Hoy, en 2011, transcurridos poco más de tres años desde el diagnóstico, mis valores son distintos; si se quiere, soy más profundo, diría yo. Cuando me enteré de que era seropositivo estaba conociendo a un chico que reunía todos los elementos como persona utópica, increíble y mágica, con muchas ganas de ser amada. En la actualidad, es mi pareja. Ahora soy más consciente de mi realidad, de mi relación (y relaciones), soy más auténtico que nunca, marca que siempre me caracterizó. Y no me quejo. Vivir con VIH me hizo una persona más fuerte de lo que era y creer más en mí mismo, con proyectos más creíbles; ser, en definitiva, una persona con mucha fortaleza interior y espiritual.
Me siento más vivo que nunca; he dejado de renegar de la vida y de toda su problemática e inseguridades. Mi vida ha cambiado mucho, ¡pero también cambié yo para ser mejor de lo que era! Y no me duele. Solo quiero vivir cada día, salir a trabajar, disfrutar de todo, hasta de los peores momentos, ser capaz de poder ayudar a los demás, brindar lo que los demás me han brindado. Nunca, en mi círculo más próximo, he sentido ningún tipo de discriminación.
Mi familia no lo sabe y mucho menos en mi trabajo: es por una cuestión de protección y autocuidado.
Me siento muy bien y, para nada, enfermo, todo lo contrario; simplemente sé que soy más consciente que antes, para no lastimar a mi pareja, a mis personas queridas y a las personas en sí. Las cuido como me cuido a mí mismo.
Estoy en tratamiento, ¡y lo sigo al pie de la letra! No hay nada que temer, solo se debe tener cuidado, llevar una vida sana… en fin, una vida normal.
Muchas gracias por brindar este espacio a las personas que, en algún aspecto, son diferentes.