Hace ya dos años pude cumplir al fin mi sueño de montar mi propio salón de peluquería. Al principio me fue genial, pero la productividad comenzó a disminuir. Empecé a trabajar más de 15 horas al día, no todas dedicadas a lo que se llama trabajo. Nunca dejas realmente de trabajar, siempre te rondan cosas por la cabeza.
A finales del primer año, con la crisis tan fuerte que hay en este país, llegué pero muy justo. A comienzos del segundo año es cuando la cosa fue a peor. Debido al estrés y a mi mala salud, la enfermedad se me desarrolló muy rápido. Cada día me encontraba mal, tenía vómitos, mareos, dolores de cabeza, fiebre de 41 grados. Aun así tenía que continuar trabajando, sin darme cuenta de que me estaba cargando mi salud.
Aguanté hasta finales del segundo año. En enero del tercero tuve que cerrar mi salón de peluquería, el sueño de mi vida. Tuve que recapacitar y ponerme en manos de mi médico de cabecera para ponerle remedio.
A día de hoy, me siento por una parte bien, porque gracias a los antirretrovirales tengo mi salud controlada. Debo dar las gracias a mis médicas, que son las mejores del mundo. Pero, por otra parte, siento tristeza, ya que no tengo a mis padres a mi lado dado, no residen en la misma ciudad. Así que no tengo a nadie cerca que sea de verdad mi amigo.
Llegados a este punto, pido a todas aquellas personas que sean como yo era de joven que nunca dejen de seguir los controles médicos para poder llevar una vida saludable. La vida es muy bonita aunque la tengas que vivir solo.
Me gustaría enamorarme y poder encontrar un chico que entendiera mi enfermedad y se enamorara de mí, aunque lo dudo.