A los 12 años me sacaron de República Dominicana y me llevaron a otro país. Ahí los maltratos fueron más grandes y mi autoestima empezó a destruirse.
A los 16 años mis primas me llevaron a una fiesta y ahí tomé todo el alcohol posible que ellas me dieron, sin saber que estaban de acuerdo con un muchacho para emborracharme. Esa noche fue mi primera vez y ni siquiera lo recuerdo.
Al otro día ya empecé a odiar mi vida y me tome 3 sobres de trepasito. Tiempo después mi tía inventó que tenía sida. Entonces decidí aprovechar la primera oportunidad que tuviera para irme de casa y así lo hice.
A los 19 años conocí a un hombre y tuve un hijo. Estaba feliz porque pensé que iba a tener una familia de verdad, pero nada fue así. Después de eso fui de fiesta en fiesta con hombres diferente. Solo buscaba a alguien que me quisiera, sentirme querida por alguien. Pero ni la fiesta ni los hombres consiguieron quitarme el vacío que sentía en mi vida.
He intentado quitarme la vida ocho veces. La última vez que lo intenté fue cuando el doctor me dijo que tenía VIH, el 18 de diciembre. Tengo mucho miedo, pero no a morirme sino por mi hijo. No quiero que le pase nada.
No sé qué voy hacer, no tengo con quien hablar. Hablé con una amiga sobre el VIH y, por lo que dice, no quiere saber de las personas infectadas. No me atrevo a decirle que tengo VIH, porque tengo miedo de que me deje sola.
Tengo miedo, no sé qué hacer. Solo pienso en morirme, en dejar de existir. Todos los días, antes de acostarme, le pido a Dios que me despierte de esta pesadilla, pero cuando me levanto al día siguiente sigo en ella.
El único consuelo que tengo es que cuando mi amigo se entere de que quizá esté infecto, me mate. Hace unos días se hizo una prueba y salió negativo. Le pido a Dios que él no esté infectado. Quiero decírselo pero no sé cómo.
A veces pienso que mi familia tiene la culpa de todo lo que me pasa por haber destruido mi autoestima. Lo peor de todo es que no tengo a quién contarle esto que me pasa. Siento que me todo esto me está asfixiando.