Nos cuidábamos teniendo sexo, ella era extremadamente cuidadosa y me llamaba la atención eso. Para darle seguridad opté, sin decirle nada, por hacerme un chequeo general de sangre y además un test de VIH que se llama Elisa. Por ese entonces, yo hacía año y pico que me había hecho fanático del running y corría 100km por mes y estaba en plan de bajar unos quilos más para estar en mejor forma.
Ese chequeo general era para comprobar cómo mi colesterol era óptimo. Pero mi vida sufrió una piña o golpe certero en la mandíbula cuando el señor del Laboratorio que me dio el informe del test me escribió "confirmar con W. B.". Al día siguiente fui a verlo y me hice el Western Blot para confirmar el diagnóstico tan temido. Finalmente, la persona del laboratorio me dijo: "Las noticias no son buenas, pero hoy en día vas a tener una vida normal. El VIH ya no es como antes. No te desesperes, ocúpate. Vos tuviste suerte de saberlo y te podés ocupar. En la calle hay muchos que creen que son seronegativos y nada que ver".
Estuve deprimido a la vez que me seguía viendo con mi chica que, hasta entonces, era recién una persona que aún no era mi novia. Cuando tuve los resultados del Western Blot, un sábado pasó ella a buscarme con el auto para pasear y mi cara ya era de mucha tristeza, y le dije: "No paseemos, vamos a una calle tranquila que quiero hablar de algo serio". Y ahí le conté que era portador del VIH.
Hubo muchas lágrimas. Ella me entendió y tuvo mucho que ver cosas que ese día me contó que yo no sabía: ella era viuda y su anterior pareja había fallecido de hepatitis C agravada porque además tenía VIH. Ella sufrió mucho con esa anterior pareja. Y me dijo que lo pasó mal muchos años, que a esa persona la conoció enferma y que ya no se sentía con fuerzas para vivir otro hecho similar por más que me tuviera cariño y que como lo nuestro recién empezaba, lo mejor era terminar.
De golpe me supe enfermo y con la declaración de la persona que más feliz me hacía de que no me iba a poder acompañar en mi vida. Lloramos y nos abrazamos. Y nos despedimos.
Creyéndome haber perdido el amor, me quedaba el amor de mi hermana y de mi madre. Pasaron unos días y les conté que estaba seriamente enfermo. Me comprendieron, me hizo muy bien habérselo contado, me hicieron saber que no estaba solo, que me ayudarían en lo que necesitara, me dieron un amor incondicional.
Fui al infectólogo a la semana y mi carga viral era de 250.000 copias, (doscientas cincuenta mil copias) y mi nivel de CD4 de 112, estaba en fase de sida. Me salió justo en ese momento un herpes zóster que me dañó mucho y que tardé en percibir qué era. Me quedó un dolor neuropático que aún hoy me dura.
Recién en agosto, tuve mi primera dosis de la medicación antiretroviral. Me ha dejado insomne muchas noches y con dolores de cabeza que duraron cinco días seguidos, pero ese dolor se ha ido pronto por suerte.
Hoy estoy en 45 copias y mi nivel de CD4 es de 480. Nunca fue anteriormente tan bajo el nivel de copias ni mi CD4 tan alto. Justo cuando el médico estaba pensando seriamente en cambiarme la medicación. Pero él sostiene que debo alcanzar las 20 copias para ser indetectable, cosa que, mirando notas actuales se contraría con los que exigen menos de 50 copias.
Lo importante es que estoy esperanzado y ocupado en mi salud. Estoy terminando la facultad, Abogacía. La chica por la que me hice el estudio de sangre finalmente es mi novia y sin la ayuda de amor genuino de ella yo no hubiera tenido tantas fuerzas de salir adelante.
He leído experiencias de personas que no cuentan a sus seres queridos lo que les pasa. En mi caso, ha sido mi salvación. Contarlo ha sido el comienzo de mi cura o progreso en la salud. He aprendido a ver la vida de otra manera, ya no me enojo por pavadas, disfruto mucho y valoro los placeres pequeños de la vida, una rica comida, darme masajes con mi amada, leer, correr, reírme, poder trabajar, tener una mirada optimista y positiva de la vida.
Agradezco a Dios haber conocido a la mujer que hoy es mi compañera por haberla cruzado en mi camino y que no salió espantada al saber de mi condición gracias a que ya había vivido un hecho similar. Y a mi madre, que me adora y la adoro.
Soy más feliz ahora que antes de haberme enterado de que era portador. Y me cuido mejor, ya no me descuido con el alcohol, solo fumo para algún examen de facultad, pero siempre salgo a correr y a jugar al futbol. Y siempre pienso constructivamente.
Tenemos una vida o lo que nos queda de ella, y vivirla sabiamente es vivirla tratando de ser feliz y hacer feliz a los demás. Me siento muy bien, a pesar de todo me siento bien, como diría Fontova. Buena onda a todos los que se tomaron el tiempo de leerme. Saludos.