Me separé en el año 2001. Fue un tremendo desengaño el que sufrí, mi vida cambió por completo. Después de una gran depresión, conocí a un hombre que me devolvió la alegría, pero que también me transmitió el VIH, motivo por el que volví a caer en una depresión mucho peor que la anterior.
Como todas y todos -supongo- pensé que me iba a morir. Me sentía culpable por no haber utilizado preservativo, por no haber pensado que todas las personas estamos expuestas al virus. Me ha costado mucho aceptar esto y asumir mi nueva vida.
Tengo 42 años, muchas ganas de vivir, mucho miedo por lo que pueda pasar y mucha esperanza por ver qué me depara la vida, el amor, la amistad…
No tengo pareja; he conocido a hombres seropositivos y seronegativos; a todos les he dicho mi condición: unos lo aceptaron y otros salieron corriendo. Los que se quedaron compartieron conmigo sus experiencias, pero el hecho de ser seropositiv@ no es la panacea para que una historia de amor funcione.
Lo que sí tengo claro después de estos años es que merece la pena vivir incluso con todo el sufrimiento que llevamos a las espaldas, porque -al menos para mí- hay muchas más cosas buenas que malas en esta vida.
Las malas debemos dejarlas ir, las buenas debemos saborearlas hasta sacarle todo su jugo y guardarlas en nuestro corazón para siempre. Es muy difícil y muy trabajoso, pero creo que si no fuera así, entonces esto no sería vida: nadie dijo que fuera sencillo.
Me gustaría transmitiros un soplo de esperanza y el ánimo suficiente para seguir, siempre hacia delante.
Un beso.