Me mandaron hacer estudios de laboratorio del VIH al Metropolitano y me dijeron que este estudio iba a tardar 15 días en dar el resultado. Cuando pasaron los 15 días fui y aún no lo tenían listo. Volví a la semana siguiente y nada. Dejé pasar una semana más, llegué al laboratorio y la recepcionista me dijo que no encontraba mi resultado.
Sin embargo, vi que en una caja tenía todos los resultados y todos decían: “negativo”. Entonces me dijo: “Permíteme que compruebe si está en otro lado”. Al cabo de un tiempo, regresó con su superior y ella me dijo: “Tu resultado no lo tenemos, ya que vienes de un hospital externo y se mandó al Capasits (Centro Ambulatorio para la Prevención y Atención en SIDA e Infecciones de Transmisión Sexual)”.
Yo reclamé, ya que le dije que ya llevaba un mes viniendo por mis resultados y me daban esta respuesta. Les dije: “Esto es ilógico, si desde un inicio me hubieran dicho de tal lugar, me voy a recogerlos allí”. Entonces pedí la dirección o el teléfono para poder recogerlos.
Me dieron un teléfono, llamé y me indicaron cómo llegar. Cuando llegué allí, la recepcionista me dijo: “Aquí está su resultado, solo espere un segundo, que lo atiende la psicóloga y el doctor”. Eso ya no me agradó y me dio pie a pensar que algo estaba mal. Efectivamente así fue.
Entré y la psicóloga me empezó a hacer preguntas sobre mi vida sexual y me dijo que me iba a dar mi resultado. Así, de buenas a primeras me dijo: “Tu resultado dio positivo, pero no te preocupes el estándar de vida de una persona positiva es de 3 a 15 años de vida”.
Me quedé shockeado, sin saber qué hacer y me puse a llorar. Lo único que me dijeron fue: “Tranquilízate, esto va a pasar” y luego me pidió que esperara fuera, y que me iban a llamar para empezar a cumplimentar mi expediente. Le dije que no quería que nadie me viera así y me dijo: “Espera a que te tranquilices”.
Enseguida llamó a una enfermera y me empezó a llenar el expediente. Apenas llevaba anotados mi nombre y domicilio cuando recibió una llamada y se puso a hablar por teléfono. A lo que voy en sí es que no tuvieron el trato, la calidez humana de dar una noticia de este tipo.
Independientemente de esto lo único que necesitaba era que me dieran un abrazo y me dijeran: “vas a estar bien”.
Me salí y el doctor ya se iba y le dije: “Me voy, aquí no tienen el trato para atender a las personas” y me marché sin saber qué hacer. No sé cómo, pero llegue a una iglesia y para mi mala suerte el sacerdote no estaba. Llegó a la media hora y por primera vez me dieron el abrazo que necesitaba. De esto les menciono que llegue a la clínica a las 12 horas y salí de ahí como a las 4:00 horas. Salí destrozado, viendo que mi vida se terminaba y sin saber qué hacer, hasta que hablé con una amiga y ella me empezó a dar el apoyo que necesitaba y el lunes fue conmigo al Capasits, y ya me atendieron bien, porque conocían a mi amiga.
Siempre pienso que, dios me guio en ese momento de penumbra a no hacer una tontera, pero qué pasará con otras personas que salgan peor de lo que yo salí ese día. Es una situación mal manejada que no se me hace justa, del personal que trabaja especialmente con gente infectada de VIH.
Ahorita gracias a dios ya estoy bien, con el apoyo de mis padres, hermanos y algunos amigos, pero fue muy difícil recibir esta noticia de esta manera, y tener mi cabeza dando vueltas pensando y pensando en cómo me infecté.