Testimonio: Sólo importa que hoy es hoy

Sonia

Hola. Me llamo Sonia y mi vida acabó el día en que me di cuenta de que estaba infectada de "ese rollo"; así llamo yo a la enfermedad.

Fue como morirme, ya que me di cuenta porque estaba embarazada de un mes y me hicieron análisis rutinarios para mujeres en estado. Pero eso fue no todo.
 
Soy de Honduras CA. Soy administradora de empresas y, además, enfermera. He trabajado en colaboración con UNICEF, con personas infectadas en México, Honduras y otros países; parece como si la vida me diera una prueba muy grande de que a mí me iba a pasar. Llegué a España de vacaciones porque llevaba muy mal la infidelidad de mi ex pareja.
 
Dejé a mis dos hijos en Honduras y me fui a España, donde conocí a mi marido. Estuvimos como novios unos 85 días. Me dijo que no volviera a mi país y que fuera a por mis hijos. Cuando volví de mi país le dije que, si me iba a vivir con él, me tenía que demostrar que no tenía ninguna enfermedad. Me dijo que si no confiaba en él y le comuniqué que yo le había demostrado que estaba sana. Le mostré mis análisis. Me comentó que por qué preguntaba tanto y yo le dije que era muy miedosa y que hasta a mi ex, que era pediatra, le pedía análisis y pruebas del VIH, ya que sabía por otras personas que me era infiel.
 
Me convenció de que no tenía nada. Al principio, dudaba mucho, porque tenía en la espalda unas manchas raras. Al cabo del tiempo, nos casamos. Me quedé embarazada. y entonces fue cuando me di cuenta. Llegué a su casa, que es la de mis suegros -ya que estábamos pendientes del piso de compra, o sea con la hipoteca-.  Me lo comunicaron tres médicos. Me fui corriendo por las calles, sin mirar nada; sólo pensaba en mis hijos, que tenían 7 y 2 años (la pequeña). Estaba embarazada de dos meses y deseaba morirme. Sólo pensaba en por qué Dios me había castigado a mí con esta enfermedad. Sin casa, sin vida y después de vivir tan bien en Honduras. Allí tenía mi hogar, mi trabajo, la salud.
 
Desde entonces, mi vida no es la misma. Incluso hasta mi suerte cambió. Eché la culpa de todo a mi marido. Me encerré en mí y en mis hijos.
 
Sigo con mi marido porque no tengo donde ir. Mi pequeñita ya tiene cinco años y está sana gracias a Dios. Me practicaron una cesárea y ella no se contagió. Continúo viviendo en casa de mis suegros. Mi cuñada, que era quien me avalaba para comprar el piso, al darse cuenta de la situación, dejo de avalarnos. Ya no tenemos piso, puesto que la ignorancia ciega a las personas. Ella pensaba que sólo nos quedaban dos telediarios de vida, y ya llevamos cinco. Pero sin sueños, sin ilusiones, ni objetivos… porque todo lo veo imposible.
 
Salimos adelante con mi esfuerzo. Lo peor de todo es que nunca he tomado ningún estupefaciente, ni alcohol… Fumar, hasta ahora no lo hacía, pero ahora fumo en una ventana para calmar el estrés y no llorar demasiado. Cada día me siento débil. No sé de donde cojo fuerzas para sacar adelante a mis hijos. A veces, he planeado cómo acabar con mi vida, pero le pongo freno, pues estamos solos mis hijos y yo. Mi marido está y no está, y mis suegros siempre nos están echando fuera, porque dicen que somos muchos en su casa.
 
Lo único que hago es encerrarme en la casa, en la habitación que tenemos yo y mis hijos. También he pensado en suicidarme junto con ellos, para no dejarles solos, pero cuando pienso y me los imagino, me digo: yo soñaba con mis hijos y Dios me los dio. No soy una cobarde, los sacaré adelante. Ellos me necesitan a mí y yo a ellos.
 
Con mis hijos he sufrido hambre, desprecios y he estado en la calle. Pero lo más duro es la soledad, el no tener a nadie y estar en un país que no es el tuyo, donde no tienes un apoyo familiar… alguien a quien decirle lo que me pasa y cómo me siento, ya que mi marido no me escucha.
 
Hay un problema y tengo que resolverlo yo. A veces, me siento utilizada por mi marido y su familia. Por él tengo donde vivir, pero me tratan como si fuera su criada y me discriminan por ser extranjera. Pero eso no tiene importancia. Ya sólo importa que hoy es hoy y que mis niños sean felices. Nada más.
 
Siempre me encuentro enferma y cada vez más débil. Hasta hace poco estaba de baja porque me desvanecía a cada momento, pero era por la alimentación. Creo que no tenía apetito y no comía. Ahora, lo que estoy sintiendo es una cosa rara en mi cuerpo. El lado izquierdo se me paraliza y tengo calambres fuertes en los huesos de la cara, en el lado derecho. No sé lo que es. Mi médico de cabecera dice que es por el estrés y la depresión que sufro.
 
Gracias por darme la oportunidad de escribir en esta página un poco de mi vida. Aún hay más. Durante cinco años, nunca me había desahogado, ni había llorado como lo he hecho ahora, al recordar el embarazo tan triste que he pasado. Pero mi hija es un sol y la quiero con locura. Si en realidad no estuvieran ellos aquí, mis dos hijos mayores hondureños y mi hija pequenita española, creo que yo ya no existiría. Mis hijos existen y me dan el valor y la fuerza que no sé de donde saco para salir adelante y continuar viviendo para ellos.

Hasta pronto.

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