Siento que mi vida dejó de ser mía para pasar a depender del VIH

David

Tengo 22 años y a inicios de año conocí a Eduardo. Me encantaba pasar el tiempo con él, salíamos a caminar, cenar y nos contábamos todo. Finalmente, el 10 de febrero, después de ir a cenar fuimos a su casa y tuvimos relaciones sexuales. Él dijo que iría por un preservativo, pero no lo hizo y en ese momento no le di importancia, no sé por qué y hasta ahora me lo pregunto.

Después de esa noche dejó de hablarme. Yo, siendo orgulloso, tampoco lo busqué porque no quería parecer demasiado intenso.

A las dos semanas comencé a tener dolores de cabeza que no se quitaban con nada, y así continué. Siguieron vómitos, mareos, perdí peso, la luz me molestaba mucho, los médicos no sabían que tenía. Vomitaba hasta el agua y mi familia estaba muy preocupada. Me hicieron muchos estudios y no encontraban lo que tenía.

A la cuarta semana fui con un infectólogo que me pidió, entre otros estudios, una prueba de anticuerpos de VIH, que dio positivo. Me ayudó a que mi familia no se diera cuenta del resultado pues así le pedí que lo hiciera. Me explicó que todos mis síntomas eran por mi estado serológico. Mi cuerpo seguía luchando contra el virus y así continué 3 semanas más. Cuando me pidió los estudios, en el fondo sabía que iban a ser positivos.

Nunca fui promiscuo, pero sabía que no me protegí ese 10 de febrero y me imaginaba a mí mismo llorando ante el resultado y sin saber qué hacer. Cuando el infectólogo me dijo el resultado, en lugar de ponerme a llorar, me sentí bastante tranquilo. Supongo que por al fin saber que tenía y solo le pregunté qué tenía que hacer. Me dijo que fuera al centro CAPASITS de la ciudad.

Desde que sé el resultado me siento muy solo. Ahora mis síntomas han desaparecido pero llegué a pensar en el suicidio, Estaba muy triste. Una tarde decidí que no quería seguir así y busqué ayuda psicológica y desde entonces llevo 2 meses en terapia. Me ha ayudado aunque me sigo sintiendo solo. Odio estar solo y no tener a alguien que me acompañe en esto.

Cuando estuve enfermo falte a la escuela mucho, era mi último semestre de la carrera, pensé que ya ni iba a graduarme, al final lo logré hace una semana. El médico que me atendió en el CAPASITS me dijo que no creía que supiera cuando me había infectado, que no creía que mis síntomas fueran por el virus y me dijo que para él llevaba de dos a tres años con el virus.

De todas las personas que te pueden herir con sus palabras, la última que te esperas es tu médico, me hizo sentir que pensaba que soy promiscuo y por eso me enfermé.

Llevo una semana tomando tratamiento, lo pospuse hasta que pasara todo el drama y circo de la graduación por si me provocaba efectos secundarios. Afortunadamente no me ha pasado nada malo.

Actualmente estoy buscando empleo en otras ciudades pues no quiero estar aquí, no quiero toparme con quien me lo transmitió. Cuando supe mi resultado le escribí para hacérselo saber, pero sus acciones me hacen pensar que ya sabía su condición y aun así decidió no usar preservativo. No hay día que no me arrepienta de no haberme cuidado o en el que no sueñe con que es un falso positivo.

Solo había tenido una pareja y soñaba con encontrar el amor, vivir o estudiar un tiempo en el extranjero entre otras cosas que sé que ahora jamás podré vivir. Me odio por ser tan tonto y haber confiado en quien no debía. A veces me pregunto si vale la pena seguir viviendo en esta rutina que implica el vivir con VIH.

Mi psicóloga dice que soy muy fuerte, que he pasado por todo esto solo y para eso hay que ser valiente, pero yo no me siento así. También dice que aunque ahora no lo vea, el VIH va a abrirme puertas que jamás me hubiera imaginado, pero yo solo veo cómo se me van sueños de la mano.

Siento que mi vida dejó de ser mía para pasar a estar en función del VIH. Todas las decisiones que tomo siempre tienen que ver con mi condición. En el fondo el querer irme de mi ciudad también es porque no quiero que mi familia se entere de mi condición, no lo entenderían y también los destrozaría.

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