Luego seguí con síntomas de gripa, le hice caso al psicólogo y el 2 de agosto me hice la prueba particular y me fui a casa con la esperanza de que saliera negativa, aunque mi subconsciente me gritaba que era seropositivo.
Cuando fui por el resultado sentía que me quedaban algunos minutos de felicidad y así fue. Reclamé el resultado y vi el positivo en mayúscula. No creía lo que estaba pasando, me fui a casa y ni le puse cuidado a lo que dijo la bacterióloga.
Se lo conté a mi tía y yo solo lloraba, aunque sentía que estaba pagando por no ser responsable en mi vida sexual. Siento que defraudé a Dios, a mi familia y a mí. Luego me hicieron más exámenes en la EPS y el médico me dijo que estaba en fase sida. Algo aún peor para mi carga emocional.
Luego pensé que a pesar de estar en esa fase no caí en cama, solo bajé mucho de peso y me sentía débil, pero nada más. Me entregué a Dios y a un santo, empecé a tomar mis medicamentos y, a pesar de mi estado, al mes siguiente ya estaba indetectable.
Ahora he cambiado el pensamiento y no tengo sexo con cualquier persona. Estoy en el sector salud y quiero ayudar a muchas personas a prevenir y a decirles que somos más de los que pensamos y quien menos creemos también son positivos.
Dios es grande y esto que pasó es para cambiar la vida que se lleva.