Hace pocos meses –para ser exactos cinco meses–, ingresé en una clínica con un cuadro de bronquitis. Al final de una visita al médico, el doctor que me atendió me dijo que vio en mis resultados algo inusual. Estaba conmigo una persona con la que salía hacía apenas dos meses; realmente nos estábamos conociendo. Entonces, él salió del consultorio y el doctor me leyó los resultados y me dijo que tenía el VIH, cosa que de entrada me tomé a la ligera. Le pregunté qué otros exámenes tenía que hacerme para confirmar el diagnóstico (ya son conocidos por la mayoría de los que leen aquí).
Al salir de la consulta vi que esa persona con la que salía me daba su apoyo, ya que me llevó al médico por mi fiebre y me esperó para llevarme a casa. Lo único que me entristecía no era la noticia de que yo era seropositivo, sino el miedo de haberle transmitido el VIH a él. Más aún, no sabía qué decirle ni cómo enfrentarme a mi compañero; pensaba que tenía que alejarme de él. Pero bueno, me dejó en mi casa, me senté en mi cama con todos esos resultados y me puse a pensar: ¿qué le digo? ¿Me alejo de él? ¿Lo desprecio de la noche a la mañana? Algo dentro de mí me decía que no debía hacerlo, que a pesar de que todavía no nos conocíamos, bien tenía que decírselo, afrontar la situación y ser responsable.
Los dos primeros días después de darme la noticia no tenía fuerzas para verlo; él me llamaba para ver cómo me sentía de mi malestar, para vernos, etcétera, pero no me encontraba con fuerzas para que nos vieramos. Hasta que el 23 de diciembre, pues, ya no había excusas para no vernos y quedarnos en un hotel, como lo veníamos haciendo todos los fines de semana: era el momento y el sitio adecuado para hablarlo. Comenzó a besarme, a acariciarme, a desnudarme, pero yo no le correspondía; estaba muy triste, ya que no sabía qué actitud iba a tomar, y esto tan bonito que habíamos construido en poco tiempo podía desaparecer por mí irresponsabilidad en el pasado. Entonces, suspiré, cogí mucho aire y le comenté: "¿Recuerdas cuando el doctor en la clínica te dijo que salieras del consultorio para darme los resultados? Con lágrimas en los ojos le dije que me había comunicado que yo era seropositivo.
Obviamente, mi compañero quedó muy impactado; entonces le dije: "Entiendo que quizá esta sea la última vez que nos vemos y entenderé perfectamente si decides no verme más, sería lo más lógico"; entonces, él saltó, me dio la espalda y se quedó pensativo a un lado de la cama, mientras yo lo miraba callado, desesperado por saber la actitud que iba a tomar. Para mi sorpresa, se volteó, me abrazó, me coloqué en su hombro a llorar y me dijo: "Tranquilo, en mí tendrás a un amigo para seguir adelante en esto; yo te voy a apoyar; vamos a acostarnos y mañana será otro día para decidir qué vamos a hacer".
Pasamos toda la noche durmiendo abrazados, cosa que nos encanta hacer juntos, y para mi asombro, al despertar, el 24 de diciembre, me dio un beso en la boca con mucho amor y cariño, como si nada hubiese pasado. Creo que ni tocamos más el tema; salimos ese día a comer y fuimos cada uno a su casa para pasarlo en familia, por separado –era un día festivo para muchos–.
Ese día, llegamos a nuestras casas, nos conectamos al Messenger y comenzamos a buscar información en internet sobre el VIH, puesto que no conocíamos nada sobre el tema. Buscamos manuales, organizaciones de ayuda, muchísimo material que leer, lo cual compartíamos en ese momento por la web.
Y bueno, en ese momento me dije que, como a este chamo no le va a importar querer seguir conmigo sabiendo de mi nueva enfermedad, al poco tiempo nos fuimos de viaje por tres días a la playa, compartimos y seguimos leyendo respecto al VIH para informarnos. Queríamos hacer el amor, pero antes debíamos leer cómo teníamos que hacerlo para que él no se infectara y fuese peor el asunto. Así pues, leímos, nos informamos y nos pusimos "manos a la obra"; je,je, esos detalles me los reservo.
Empezamos a salir y hasta nos hicimos novios. Hoy en día, él es un gran apoyo para mí. Gracias a su comprensión y ayuda, tuve fuerzas para seguir adelante, sonreír ante la vida y ver que ser seropositivo no es lo peor del mundo. Más bien estoy seguro de que nos enseña a ver la vida desde otro punto de vista, a ser positivos y a tener un nivel de consciencia mejor del que teníamos antes; a valorar las cosas y las personas que están con nosotros, a cuidarlas y mantenerlas.
Por eso, creo que no debemos decaer, sino sacarle el máximo a este nuevo estilo de vida, ser mejores personas y, sobre todo, aprender a vivir de manera sana. Y saber que por ser seropositivos necesariamente no vamos a estar solos; que existen personas maravillosas como él, que nos entienden y que estarán con nosotros, protegiéndonos, sin ningún interés especial.