Estaba trabajando y me pidieron que fuera de inmediato. Me fui a urgencias. Mi cita fue al mediodía y, para mi mala o buena suerte, el doctor estaba en su hora de comida. Me esperé una hora más. Cuando entré con el médico, me leyó cada una de las infecciones hasta llegar al VIH: entonces me dijo que era positivo a este virus. Sentí un jarro de agua fría caer sobre mí y, aun así, salí de la consulta sin hablar con nadie, puesto que ya sabía lo que pasaría después de que hablara con mi pareja y mi familia.
Primero, fue mi hermano el que me abrazó y me dio ánimos, luego mi pareja, quien afortunadamente dio negativo al VIH. No me dejó nunca solo. Gracias a él, ahora tomo mi medicación para controlar el VIH. Para ello, me llevó a San Francisco (EE UU), puesto que aquí donde vivo [en México] la ayuda es muy escasa. Después, fue mi papá y mi mamá quienes me hicieron ver que esto no me mataría si me cuidaba como debía.
Mi historia es muy larga, solo escribo un poco para apoyar a todas las personas con VIH y hacerles saber que, si nos aceptamos a nosotros mismos, la sociedad lo hará también. Tú decides, a fin de cuentas, pero es muy importante no estar solo. Sepan que en mí tienen a un amigo.
A mis 24 años, con VIH y siendo gay, soy muy feliz. A un año de enterarme, más de 15 personas lo saben, y no se limitan a abrazarme, sino a hacerme saber que valgo igual que todos aquí en la Tierra.
Ánimo y que Dios los bendiga. 🙂