Lo digo porque meses antes de mi diagnostico empecé a sentir y a ver cosas extrañas en mi vida cotidiana. Los dolores de cabeza, los brotes constantes en mi cuerpo (granos), las gripes y cambios de ánimo… me hicieron notar que algo no andaba bien.
Entonces decidí ir a un laboratorio y hacerme un examen del VIH. Ustedes se preguntarán que por qué del VIH. Pues en mi caso llevaba un vida llena de excesos (drogas, fiestas, contactos sexuales con personas desconocidas) a lo que se sumaba que para nadie es un secreto que las personas de la población LGTBI somos más vulnerables a la infección.
Bueno, recuerdo ese día como si fuera hoy, los miles de pensamientos que se cruzaban por mi cabeza junto con el miedo y como cosa rara los temas amarillistas de Internet me dieron más susto. Casi no dormí.
Al día siguiente pasé al laboratorio a recoger el resultado de mi examen. Cuando llegué y vi la cara de aquella anciana ya presentía el resultado. Es como si esa cara, sin necesidad de hablar, me diera el resultado positivo. Ella simplemente me dijo: “firme aquí” y por su falta de profesionalismo no tenía palabras para decirme que había algo inconsistente en el resultado y que parecía que fuera positivo, que necesitaba un examen de confirmación, el cual ellos por ley no lo podían realizar, por lo que debía dirigirme a mi EPS (la cual descarte por miedo a mi trabajo y a la falta de conocimiento sobre el tema) o a la Cruz Roja. Opté por la Cruz Roja.
Ahora… recuerdan el chico Ronaldo (Breve historia: apenas a sus 18 años de edad una persona muy madura, centrada y estudia Ingeniería Química y con unas ganas de amar que se le veían en sus ojos yo era el chico de sus sueños y él, el mío. Yo, aquel que se robó y destrozó su corazón y el mío). Él sabía que me iba hacer el examen y fue mi hombro al saber sobre mi resultado. Me acompañó a la Cruz Roja. Yo pagué la urgencia ya que para mí era importante confirmar el resultado lo antes posible puesto que había tenido contacto sexual sin protección con él en varias ocasiones.
Después de dos exámenes y una larga hora de espera fue mi llamado. Aquella psicóloga me dio mi resultado: “reactivo”. Ronaldo siempre estuvo ahí, sin miedo alguno y su apoyo constante. Fuimos a la EPS a hacer todo el consabido proceso para averiguar cuál era mi estado de salud.
Después de esto veía cómo se me destruía la vida a pedazos. Y digo “pedazos” porque realmente así fue. Renuncié a mi trabajo, decidí viajar con Ronaldo a mi ciudad natal, Medellín, por unos días (Él estaba feliz, pues era su primera salida de Cali y precisamente a la ciudad de sus sueños "Medellín" y yo feliz de que él me acompañara). Para mí era importante ver a mi familia, sentía que los había decepcionado. También pensaba que todo el mundo sabía sobre mi resultado (era paranoia).
Aquel chico siempre estaba a mi lado dándome aliento. A pesar de su edad, él estaba más informado que yo en cuanto al tema.
Fue un golpe duro mirar a mi madre y padre a los ojos, era imposible evitar que me brotaran lágrimas de los ojos. Mamá solo preguntaba: "¿qué te pasa?". Y yo le respondía: “Nada mamá”. "¿Estás enfermo?" (Era como si lo supiera). A eso yo no era capaz de responderle nada, solo agachaba la cabeza y en ocasiones miraba a Ronaldo. Sabía que no era el momento para decirlo pues tenía un hermano que estaba en recuperación de una cirugía y esta recuperación duraría un año y no quería ser un peso más para ellos.
Ronaldo regresó a Cali antes que yo. Necesitaba que él se hiciera los exámenes porque esa era otra cruz que yo estaba cargando, tenía miedo de haberle transmitido el virus. Yo necesitaba recapacitar y pensar un poco más con cabeza fría. Necesitaba estar solo pues ya estaba viendo la situación en mi casa, que no estaba nada fácil y yo sin empleo, pero al fin aclare mis puntos y regresé a la ciudad de Cali con todo muy claro.
Tomé la decisión de regresar a mi ciudad y tenía dos opciones:
1.- Si Ronaldo también tenía el VIH, asumirlo como si fuera mío y acompañarlo en el proceso y llevarlo conmigo a Medellín, pero para eso teníamos que esperar tres meses después del primer resultado (que había salido negativo).
2.- En el caso de que su resultado fuera “NO REACTIVO” a los tres meses, hablar con él y decirle que yo viajaría primero mientras yo me radicaba bien de nuevo en la ciudad y después mandaría por él, lo cual era MENTIRA: no quería amargarle su vida haciéndole quedar al lado de alguien que tiene VIH, aunque él insistía en que no le importaba. Era inocente, pero un excelente ser.
Y así fue, viajé a Medellín y me hospedé donde mi hermano mayor. Ahí empecé mi tratamiento con los antirretrovirales, pero los tomaba a escondidas. No quería que nadie me tuviera miedo pues vivía con la esposa de él y mi sobrino y, al igual que yo, supuse que tendrían miedo por falta de conocimiento. No me quedé en casa de mamá porque sentía que era un peso más.
Mientras llegaba el bendito resultado de Ronaldo, seguíamos en contacto, hablábamos todos los días, nos hacíamos videollamadas, reíamos y también era mi paño de lágrimas. Hasta que llegó él BENDITO resultado y, gracias a Dios, fue “negativo” y dejé de cargar esa cruz.
Entonces empezaba la segunda parte de mis planes: alejarme de él. No era justo que yo agarrara sus alas a mi lado. Al contrario, quería que volara como un águila, libre, sin ataduras. Apenas era un niño y no quería que su rumbo fuera a mi lado. Aunque por dentro yo estuviera destrozado y se llevaría con él otro pedazo de mi vida, aquel chico que tantos años esperé.
Ahora no sabía qué hacer ni para dónde coger, no sé qué era más fuerte, si los dolores de cabeza que me daban antes del diagnóstico o este sin sabor de no saber qué hacer con mi vida. Estaba solo y nadie sabía sobre mi diagnóstico y no sabía a quién acudir, busqué y busqué.
Quería perderme y por fin encontré a alguien, una amiga de mi infancia, Cristina, que sin saber me dio su mano. Vivía en la ciudad de Barranquilla-Atlántico, ni porque ella supiera que quería estar lejos de todo donde nadie supiera de mi vida y mejor aún cerca del mar, aquel que me ayudó a centrarme, recapacitar y darme cuenta de que mi vida seguía como si nada, que simplemente era un diagnóstico y una pastilla que hacía que mi vida fuera como la de cualquier otra persona.
Conseguí un empleo, algo que ayudó a estabilizarme, pero ¿recuerdan que les hablé de mi vida de excesos? (Rumba, licor y drogas). Aquí llega de nuevo otra prueba más de la vida, pues Cris y su hermano no llevaban la mejor vida, lo que para mí era una prueba muy grande pues yo siempre seguía consumiendo marihuana aquella que afectaba los efectos secundarios de los antirretrovirales (pesadillas, sudoración y algunas alucinaciones que controlaba).
Sin embargo, no solo era eso, también ellos consumían diariamente cocaína y pues no fui tan fuerte. Mi peso y soledad me hicieron caer un día y consumí hasta el punto de tener una sobredosis de cocaína. Sentí morirme, no tenía el control de mi cuerpo… no se lo deseo a nadie. Sumándole a eso la mala alimentación que llevaba, sabía que no iba bien, tenía que hacer algo pues si no me alimentaba bien y tomaba el medicamento estaba afectando mi hígado y mi vida se iba a deteriorar cada vez más. Pero no hay mal que por bien no venga, esa sobredosis ayudó a que recapacitara.
Tenía que hacer algo definitivamente y decidí llamar a mamá (aún salen lágrimas de mis ojos al recordar este momento). No sabía por dónde empezar, ni qué palabras utilizar para no asustarla. Para mí era muy duro que a mis 27 años, después de ser independiente, de llevar 10 años de mi vida sobreviviendo solo tener que pedirle ayuda y decirle que necesitaba de ella y más que nunca fuimos una familia unida. Pero sabía que era lo único que tenía en ese momento y que tenía que tomar las riendas del asunto inmediatamente, no podía dejar pasar un día más y todo por culpa de mi mala vida.
Había algo a favor: mi carga viral estaba en 96, ya casi lograba mi indetectabilidad. Esto fue en septiembre del año 2017 y empecé a decirle que en marzo de 2017 me habían diagnosticado el VIH y que todo ese tiempo me había callado por motivos evidentes y más que todo no quería sumarle un peso más a la familia, que no se preocupara que estaba muy bien de salud y que estaba recibiendo mi tratamiento pero que por favor necesitaba que me sacara de ese infierno donde estaba viviendo. Yo lloraba como si fuera un niño de 5 años. Le dije que no quería retroceder y que necesitaba de su ayuda.
Y así fue, me apoyó y todo se me dio. Renuncié al trabajo, pero por mi desempeño fui trasladado a mi ciudad Medellín por recomendación del jefe de Barranquilla.
Hoy en día ya saben mi diagnostico las personas más importantes de mi familia como mi papá, mamá y hermanos. También les cuento que llegó alguien a mi vida hace 5 meses, que sabe de mi diagnóstico y me apoya. Ahora sí voy al grano después de esta historia tan larga.
Saquen sus propias conclusiones yo les daré las mías:
Si están recién diagnosticados y están leyendo esto, no dejen que sus vidas se caigan por un precipicio como le pasó a la mía. Confíen en sus familiares, ellos siempre van a estar ahí pase lo que pase.
Siempre sean sinceros con las personas que conocen, no tengan miedo, nosotros podemos tener un sentimiento más puro y real que cualquier persona que no tenga el VIH. Cada quien decide si quiere quedar a naufragar en este barco lleno de amor que tenemos por llevar y, si no, ellos son los que pierden un ser como nosotros. Somos personas maduras y debemos aceptarlo. Tarde o temprano llegara alguien para quedarse.
Tomen su tratamiento, ser indetectable ayuda a llevar sus vidas de forma normal. Aparte cuidan su vida y la de los demás y viven tranquilos.
No crean que aquí terminan sus vidas ¡¡¡no!!! Al contrario, en mi caso es un nuevo renacer, un nuevo cumpleaños. Yo volví a nacer el 23 de marzo de 2017 porque gracias al VIH me di cuenta de que no llevaba una buena vida. Expriman lo mejor de esta experiencia y cambien todo lo malo.
Recuerden, ¡no están solos! Somos muchos.
Atentamente: Camilo, 28 de marzo de 2018. Aquí estoy de pie.
PS: Disculpen la redacción y la ortografía. Soy muy malo en esto, pero sé que a muchos les va a servir.