Testimonio: Salud y libertad (3)

Víctor

He tenido la experiencia de tratar con profesionales maravillosos que en vez de hablar distantes te llenaban de apoyo y, por esa magia que tiene ser humano, salía de la consulta sintiéndome infinitamente mejor. Sin embargo, tuve que escuchar como un profesional, desde el otro lado de la mesa y, mientras te hablaba, sólo miraba tu historial, nunca a los ojos (como el que cree en las estadísticas y no en las personas). Yo no sé otras personas, pero yo salía angustiado incluso dándome buenas noticias sobre mi estado, ahogándome en lindezas que me habían dicho tales como que sin duda un infectado de VIH evolucionaba tarde o temprano a SIDA.

Yo lo siento mucho, amig@s, pero no se puede hacer esa afirmación sin ser un verdadero profesional, ya que un especialista dedicado a temas médicos tan delicados no trata después de todo con un posible SIDA, sino con personas que en primer lugar acudimos a las consultas para ser tratados como tales. Yo, que trabajo como educador de personas problemáticas en su mayoría, podría decir a la ligera en algún caso de adicción a las drogas: "te morirás sin duda", y como el que deja la taza del desayuno en el fregadero, así dejaría a una persona, que probablemente si hubiera recibido una atención, un respeto a su integridad, tal vez hubiera dicho: "yo merezco algo mejor que esto", para después comenzar a caminar hacia la dignidad. ¿No es complicado verdad?

Todas las personas que hablamos y vivimos con VIH sabemos que nada es seguro, que podemos enfermar, incluso morirnos a la vuelta de cuatro días, poniéndonos en lo peor, pero qué sentido tiene que un médico te lapide con lo que tú mism@ luchas algunas noches, o a media tarde cuando un amig@ te dice que se siente peor, que no responde bien a un tratamiento; qué clase de profesional aun no ha aprendido que las personas, además de enfermos, tienen esperanzas y estados de ánimo que repercuten directamente con el día a día y sus dolencias.

Me tienta la idea de revelar nombres y datos, pero no sería justo, con marear aguas ya sucias no se soluciona probablemente nada. Ni éste es el lugar para eso, sino para compartir las vivencias e historias personales y, esto si lo diré, hay médic@s que nada saben ni podrán saber de mi historia personal, porque sencillamente no les preocupa en absoluto.

Afortunadamente van siendo una minoría, pues no hay peor tratamiento que el no saber tratar a una persona. Aquí dejo mi denuncia, pues. Seguramente os ocurra a otr@s en un momento puntual, y creo que éstas son las cosas que también deberíamos defender. Nuestra dignidad.

SALUD Y LIBERTAD (3)

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