La informacion todavía era escasa aquí en Tijuana, pero afrontamos la enfermedadad mi esposo y yo y salimos adelante.
En general, a mí se me hizo muy difícil porque no tenía la suficiente información. Lo más complicado fue que mi familia y la de mi marido lo aceptaran. Gracias a Dios, lo comprendieron y no me rechazaron pese a no tener suficiente conocimiento sobre el tema.
Lo más importante es que mi hija pequeña en ese momento dio negativo al VIH, a pesar de que tomé el tratamiento solo tres meses. Con que, para mí, fue el Señor el que hizo el milagro de que no tuviera la enfermedad. Ahora, ella es una niña sana y eso me llena de alegría. Mi esposo y yo asimilamos la enfermedad. Yo tuve que buscar ayuda psicológica, pero primeramente he de decir que confío en Dios, soy cristiana. Él me mantiene sana.
Ya llevo con esto siete años. No sé cuánto tiempo hacía que tenía VIH, lo único que sé es que lo acepto, aunque es agotador. Esta enfermedad es también psicológica, ya que debemos aprender a vivir con ella y no negarla: No se consigue nada.
Mi esposo adquirió el VIH y casi le cuesta la vida. Tomaba drogas y así le fue. Contrajo tuberculosis y sufrió una neumonía. Sus defensas bajaron a 20 CD4. Gracias al Señor, vivió para contarlo. En este momento, él está bien, pero afronta las consecuencias de las drogas. Se le están desgastando los huesos. Ya lleva una operación, pero la faltan otras más.
Estoy bien, aunque cansada de esta enfermedad, pero no me queda otra que salir adelante, por mi familia, porque me necesitan.
Bueno, les mando besos y muchos abrazos.