No llevo tanto tiempo con el diagnóstico de VIH ni en tratamiento [antirretroviral]. Al principio vi mi vida pasar, mis planes se congelaron por completo cuando me llamaron para que fuera al departamento de Epidemiología. No tuve ningún síntoma, pero fui al centro para realizarme análisis rutinarios preoperatorios para un fibroma y ahí fue cuando lo descubrí. En el momento en que la enfermera me hablaba, me decía tantas cosas que sentía su voz como un eco en mi cabeza. Me dijo que faltaba la prueba confirmatoria [del VIH] y que podía salir a mi favor, pero que era poco probable.
Esa semana fue antes de Navidad. Lo único que pasaba por mi cabeza eran rayos. Fui muy descuidada, me abordó la tristeza, lloré y solo quería que fuera una pesadilla. Dormí. Estoy en tratamiento [antirretroviral].
He pensado en ver la vida de manera distinta, quiero lograr muchas cosas, Dios me ha dado esa fortaleza. No me rendiré. Gozaré cada día,
estando sola o acompañada. Sé que tendré días muy tristes y alegres, pues cuando llega la hora de la medicación un caos se me viene encima. Más cosas a mi cabeza, pienso.
No puedo contárselo ni a mis padres ni a mis hermanos ya que sufrirían. No creo que se lo tomaran de la mejor manera, por la falta de conocimiento sobre el tema, porque existe el estigma en torno al VIH y tienen grabado en la mente: enfermedad = muerte.
No pretendo abandonarme, pero espero tener cada día la oportunidad de hacer muchas cosas y agradezco a Dios por vivir, por aún poder ver las cosas con más detalles. Seguir aprendiendo sobre esto con lo que voy a vivir hasta el final.
Gracias