Por esas cosas que tenemos los seres humanos y que nos distinguen de los animales porque tenemos sentimientos, muchas veces confusos y traicioneros, me equivoqué y tuvimos sexo sin protección. Resulta que él tenía VIH y tomaba tratamiento, pero temía decírmelo. La cuestión es que, finalmente, yo también contraje el virus. Al saberlo, no pude seguir viéndolo y él tampoco a mí. Yo era bastante más joven y estaba muy confuso. Cuando me lo dijeron en el hospital, tuve un llanto silencioso e interno: sentía que mi vida iba a llegar solo hasta donde veían mis ojos.
Pero ahora, mirando atrás, y después de las recaídas y subidas que sufrí en todos estos años, me doy cuenta de que soy una persona normal y corriente, que quiero, pienso y actúo como cualquier otra. Y que si quiero, puedo.
Cada día que pasa, agradezco más a la vida el hecho de haberme puesto en esta situación, en este lugar, con los problemas y alegrías que me dio, me da y me dará, con los afectos que tengo y las personas que me apoyan incondicionalmente. Siento mucha pena por aquellos que se quedaron en el camino y no pudieron hacerse cargo de mi historia. Yo sigo viviendo, miro la vida con alegría, energía y positividad cada día.
Me caí, pero me obligué a levantarme y así lo hago cada día. Espero que puedan llevar esta vida increíble de la misma manera, dando ejemplo de quiénes son y sin avergonzarse nunca de ser ustedes mismos.