Siempre que nos reuníamos hacíamos el amor, sin tomar precauciones. Por mi situación, no podía verlo muy a menudo, pero siempre nos encontrábamos en el msn. Pasábamos largas horas platicando como si estuviéramos frente a frente. Nos contábamos nuestras cosas, lo que nos atormentaba, nuestros deseos de estar juntos, de compartir una vida, de ser una pareja normal. Empezamos entonces a enviarnos mensajes por el celular.
Pero mi esposo descubrió mi relación y me agredió verbalmente. Pero se cansó y luego me perdonó, por mis hijos. No obstante, yo ya estaba demasiado enamorada de Gerardo y no dejaba de pensar en él. Como pudimos, seguimos nuestra relación. En dos ocasiones, dejé a mi familia y me fui con Gerardo con la esperanza de vivir con él, sin embargo, mi esposo me buscó y me convenció con chantajes y engaños que tenía que volver junto a él. Y lo logró, pero mi vida a partir de entonces fue triste, porque anhelaba vivir con mi amor.
Conocía a Gerardo como si fuera mi pareja y sabía que estaba enfermo. Padecía mucho de los riñones y tenía infecciones urinarias. Una infección urinaria se le complicó con una gripe. Fue al hospital, donde le dijeron que tenía neumonía y allí mismo le comunicaron que lo había atacado un virus hospitalario y que no sabían qué era. Gracias a Dios, se recuperó y salió del hospital. Estuvo recuperándose en casa con un respirador y todo volvió a la normalidad. Pero le mandaron hacerse los exámenes del VIH y dio positivo. La noticia fue devastadora. Inmediatamente, pensó en nosotros, en la vida íntima que llevábamos y me aconsejó hacerme la prueba del VIH. Y di negativo. Trató entonces de alejarme de su vida, pero yo no podía dejarlo solo, lo amaba con toda mi alma, no me importó su enfermedad. Después, decidió dejar a su familia por temor a transmitirles el VIH y se fue a vivir solo. Fue la peor decisión que pudo tomar, pues eso le llevó a vivir con mucha soledad y depresión. Se alimentaba mal, a veces no tenía ni para comer.
En mayo del 2013, me dijo que ya pronto estaríamos juntos, se jubilaba en un mes y medio. Yo estaba feliz, era mi sueño el vivir juntos, pero no contábamos con que la vida nos iba a deparar sorpresas. El último mes en el trabajo se sentía muy mal, cansado. Le faltaba la respiración. Al cabo de poco, lo ingresaron en el hospital y estuvo muy mal. Pude hablar con él por celular, se le oía muy agitado, solo me dijo que estaba aislado, que nadie podía visitarlo. Desde entonces, estuvimos enviándonos mensajes.
Un día su hermana me avisó de que estaba muy grave, que le dio una parada respiratoria. Se complicó la situación: un día lo intubaron y al otro día murió. Y aquí estoy yo, muriéndome de tristeza día a día. No sé cómo voy a vivir sin él. Qué difícil me resulta levantarme a diario. Escribo algo en el Face para descargar mi dolor, suplicándole a Dios me lleve pronto con él.