El ponerme una “fecha de caducidad” me hizo sentir más vivo

Alberto

Desde que me lo dijeron siento que mi vida acaba de empezar. Creo, y estoy seguro, que es un sentimiento en extremo raro pero quizá sólo es una etapa y luego vendrá el drama en el cual debo envolverme.

Este día juré -mientras compraba en el supermercado unas cosas para la fiesta de una amiga de mañana- que mis papás no lo sabrán, no quiero que me vean decaer, quiero que siempre me vean feliz y, sobre todo, quiero verlos a ellos felices, no puedo arrastrarlos en el caudal de mis decisiones, no puedo.

Este día decidí hacer todo lo que estuviera a mi alcance por exprimir la vida y atesorar este cuerpo y este espíritu que ya no lo veo igual. Quiero quererme igual o más, pero no quiero miradas condescendientes ni lastimeras, yo no soy diferente… sólo soy el producto de mis decisiones irresponsables las cuales ahora me darán la vida que deseo vivir.

No sé más de mi estado, solo lo que está escrito en una página dentro de un sobre que está guardada en mi carro. No sé más que la mirada de empática tristeza de la doctora, no sé más que por la tarde sentía que era la misma persona que fui ayer, pero sentirlo no fue suficiente, manejé hasta mi casa y simulé estar en un programa radial o televisivo, no me decidí cuál era, y conté mi experiencia declamándola como un guion de cine. Me entretuve mucho, casi lloré pero no sucedió, los indicios de lágrimas fueron parte del evento.

Este día cambió mi vida, este día quiero vivir, este día conocí la ironía de que al etiquetarme con una fecha de caducidad me sentí más vivo que nunca.

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