Un periodo oscuro en mi vida

Carlos

Bien, así me sentía hasta aquel día cuando, en una fracción de segundo, mi mundo se fue a los suelos y la felicidad y seguridad que hasta ese día me había costado tanto trabajo interior conseguir desapareció entre el dolor y la tristeza que abarcaron en mi vida hasta este momento.
 
En esos momentos tuve la suerte de contar con el apoyo incondicional de mi mejor amigo, que ahora aún más, me demostró que es un hermano mayor, estuvo ahí para explicar mis dudas, mis desvelos, mis llantos infinitos a cualquier hora del día. Estuvo ahí para decirme que todo iría bien a pesar de todo.

Tuve mi primer encuentro con la infectóloga prácticamente una semana después de la terrible noticia y luego de los análisis correspondientes para descartar cualquier enfermedad oportunista.

Supe en valores exactos la carga viral y, según mi doctora, era bastante baja. Sin embargo, quise comenzar mi tratamiento enseguida para evitar cualquier otra mala noticia. Y pues así hoy cumplo dos semanas desde que comenzó mi lucha contra este virus.
 
Debo confesar que tuve un periodo bastante oscuro en mi vida, y fue dicho periodo cuando me infecté. Un periodo en el que mi único objetivo era el de hacerme daño, beber alcohol (de vez en cuando también fumaba) desde la mañana hasta la noche sin importar que fuera lunes o domingo o sábado. Tanto que al día siguiente ni siquiera recordaba quién era ni por qué seguía vivo.

Todo esto se debió a problemas familiares muy estrechos y muy dolorosos de enfrentar y bien, sí, para qué decirles, tomé las peores decisiones de mi vida. ¡Las peores!

Para no hacer muy larga la historia, después de meses dimos el primer paso como familia de aprender a perdonar, de volver a comenzar desde cero, unidos y creo que fue lo que más me afectó. Justo cuando había comenzado a sentir tranquilidad en mi vida, había comenzado los estudios universitarios y partía desde cero con mi familia, más feliz, más fuerte, más seguro y maduro, otra vez me frenó la vida para ponerme en frente a esto.

No quiero que mi familia sufra por esta condición con la que tendré que convivir, pero cuando el tiempo haya curado un poco las heridas de este mes y vuelva a sentir tan solo la mitad de la felicidad y fortaleza que les había comentado al inicio de este relato, pienso decírselo y reasegurarles que estaré bien. Mucho más cuando tenga el apoyo de ellos. Y a seguir adelante, porque esta es la única opción que tenemos todos aquí.

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