Hace casi un año, realicé una solicitud de adopción ante el gobierno local y, después de un largo proceso de evaluación psicológica y socioeconómica, me autorizaron para ser padre adoptivo y me propusieron a la que ahora es mi hija.
Desde el primer momento, me dijeron que era portadora del VIH, pero eso nunca fue un impedimento para aceptarla. Cuando inicié el proceso de adopción, manifesté que no tendría ningún problema en aceptar a niños con alguna necesidad especial o discapacidad. Acepté pronto y, ahora que ya está con su nueva familia, empieza una nueva etapa de lucha contra el estigma y la discriminación, que sufrimos todos los días, especialmente en el sistema de salud.
He luchado por defender los derechos de mi hija y por lograr que lleve una vida como todos los niños de su edad, pero no es fácil. Ahora, he decidido no compartir con nadie el diagnóstico de mi hija y apoyarme en familiares y amigos muy cercanos para administrarle los medicamentos para tratar el VIH.
Ojalá que otros se animen a adoptar niños con esta condición, la cual no los hace ser menos que los niños seronegativos.
¡Un abrazo a todos y todas!