Me puse malo, me dio fiebre y malestares. Yo me decía que era por la infección. Mi pareja, al ver que me sentía, mal me llevo a una clínica.
Le mostré la infección a la doctora y me dijo que me haría unos exámenes, entre ellos el de VIH. Después de eso esperé los resultados y la doctora me llamó aparte, a solas en su consultorio y me empezó hablar. Cuando me dijo que los resultados habían sido positivos empecé a llorar. Mi pareja se encontraba fuera y le pedí a la doctora por favor que no le comentara nada, que yo vería como iba hacer para decírselo. Me sequé las lágrimas y salí. Mi novio me preguntó si todo estaba bien y le dije que sí, que no pasaba nada.
Mi novio me llevó a casa y cuando llegué me senté en el sillón. Enfrente estaban mis padres y mi mamá me preguntó que qué pasó, que cómo salió todo… y empecé a llorar. Le entregué las pruebas y mi mamá también empezó a llorar y mi padre me dijo que la vida seguía, que aquello no era el final y que iba a vivir muchos años.
Al rato sonó mi celular. Era mi novio y me preguntó si no tenía nada que decirle. Yo, con un nudo en la garganta, le dije que no, que todo estaba bien. Me contestó que después de llevarme a casa había regresado al consultorio y hablado con la doctora, así que sabía que tenía VIH. Empecé a llorar y le dije que sí, que tenia VIH y que por qué, si lo amaba, ya no quería estar con él. Le dije que no quería hacerle daño y él me respondió que me amaba y que no le importaba que tuviera esa infección y que en esos momentos era cuando más quería estar conmigo.
Bueno a las semanas él se hizo una prueba y le salió positivo. Era de esperar, ya que habíamos tenido relaciones sexuales sin protección antes de hacerme la prueba. Después de eso, dijimos que íbamos a tratarnos para no tener recaídas ni nada de eso.
A veces me quejaba porque tenía la enfermedad. La verdad es que desde que a los 16 años empecé a sentir atracción hacia personas de mi mismo sexo, tuve una vida sexual activa. Actualmente tengo 20 años y hace 3 meses que dejé de salir con mi novio. No estoy tomando medicamentos aún, pero estoy preparado para ese momento. También siempre estoy con Dios, nunca pierdo la esperanza de que aparezca una cura, pero mientras tanto están los medicamentos que son un refuerzo para nosotros, las personas con VIH. Me despido diciendo esto, la fe y la esperanza mueven montañas.