En mi caso, la terapia funciona (tomo Atripla® en la actualidad), lo penoso es la repercusión social e incluso familiar que tengo que vivir. Como tengo un hijo de 22 años -que está sanísimo, aunque lo sabe todo-, mantengo un silencio que duele.
Es increíble que, en ocasiones, tu propia familia te haga sentir como los leprosos en la Edad Media. Y ojo: en mi familia hay psicólogos, gente que debería tener otra formación. Supongo que esto os pasará a muchos. A veces, me invade la ira, pero nunca la desesperación.
No somos apestados y no podemos bajar la guardia.