Son ya cuatro años y no puedo más. La soledad me puede y me llena de tristeza. Las únicas fuerzas que tengo –tenía– se van marchando en la lucha por no perder la dignidad como persona y por poder sobrevivir viendo a mi niña; pero con escaso dinero para mantenerme y ni tan siquiera una pensión que nos deje vivir sin miedo.
Desearía tener una persona en la cual refugiarme; necesito amor, cariño. Doy gracias a mi psicóloga, que, sin ánimo de lucro y siendo la persona más humana que he encontrado, me está atendiendo para intentar que supere mi actual situación. Sin poder pagarla, ella se ofreció por lo que me hicieron (empecé una larga y dura quimioterapia, me dejaron en la calle, quitándome lo más preciado).
Deseo recompensarla saliendo de esta situación, curando mi tristeza, sabiendo sobrevivir con el VIH, pero veo que no llego, que no puedo; estoy en pleitos por una paga, se me va la vida por mi hija…
Me gustaría que alguien me ayudara a seguir, sin rendirse, que estuviera a mi lado, compartiendo mi vida si tal cosa se puede decir. Desearía recuperar a mi familia, las ganas de vivir y poder contárselo a los pocos que apuestan por mí, al conocer mi coraje y fuerzas perdidas.
Doy gracias a mi psicóloga por estar, semana tras semana, creyendo incondicionalmente en mí, y quiero pagarla con lo único que quiere ver en mí: felicidad, una sonrisa.
¿Alguien, en este sur de Motril, puede ayudarme?; no puedo más.