Todo comenzó a suceder cuando noté que, a partir de noviembre del 2017, me enfermaba con más frecuencia, había tenido grandes pérdidas de apetito y gripe constante. Por lo que, en marzo del 2018, me realicé una prueba rápida [del VIH], como parte de una campaña de prevención en la universidad.
Resultó que la prueba dio positivo. Aún recuerdo el momento. Por mi número de identificación me llamaron, me entregaron un sobre sellado con el resultado y me explicaron sobre los posibles resultados. Esperaba que todo estuviera bien, pero no, el resultado dio reactivo, solo faltaba una prueba confirmatoria.
Ese día llegué a mi casa y recuerdo que jamás había llorado tanto como lo hice en esa ocasión. Por dicha durante mi vida he logrado encontrar personas maravillosas, por lo que llamé a mis mejores amigos. No pude verlos en el momento, pero durante la noche les conté, en ese momento me di cuenta del apoyo con el que contaba.
Desde marzo hasta noviembre estuve aplazando las citas y todo aquello relacionado con los medicamentos, debido al miedo hacia los efectos secundarios (creo que eso sucede con la mayoría de las personas).
Inicié el tratamiento un 28 de noviembre. Actualmente estoy cerca de cumplir 2 meses tomando tratamiento. La verdad es que no ha sido fácil. Creo que me ha costado seguir al pie de la letra las indicaciones, más que nada por mi situación emocional. Soy una persona muy dependiente de los demás, siempre he necesitado el tener a alguien cerca, es por esto que mis mejores amigos se han visto arrastrados, debido a que en muchas ocasiones los llamo para verlos, pero no siempre soy sincero con ellos.
Sé que soy alguien dichoso, he leído muchos casos, y creo que en lo personal he tenido suerte, especialmente porque acá en Costa Rica el sistema de salud es muy eficiente, muy humano. Tengo muchos amigos que me apoyan de forma verdadera, y también mi familia. Quienes lo saben están para mí. Pero creo que eso, a pesar de ser mucho, no me permite el sentirme seguro y feliz conmigo mismo.