Gracias a Dios, lo tomé de manera calmada. Algunas veces pensaba que era injusto, siempre he sido una buena persona, pero algunas veces nos tiene que pasar ciertas cosas para darnos cuenta de que tenemos una misión en este mundo. Cuando me diagnosticaron estaba en segundo año de universidad, tenía una vida casi perfecta, era el mejor en todo, el ejemplo a seguir de muchos, pero Dios sabe por qué nos manda estas lecciones.
Desde que inicié el tratamiento todo ha ido bien, pude seguir con mi vida, con mi proyecto de vida. Aunque nadie sabe de mi situación, absolutamente nadie. Ni se lo imaginan. Pero gracias a mi determinación y personalidad estoy de pie, persiguiendo mis sueños.
Actualmente estoy por graduarme en la Universidad con honores, y he aprendido a valorar la vida cada día. Nadie sabe el día que dejaremos de respirar, sólo lo sabe Dios. Sigan luchando por sus sueños y sus proyectos, continúen sus vidas, como lo hacían antes.
Todo está en la mente amigos, somos valientes y únicos. Nunca olviden eso. Bendiciones a todos.