Al recibir el diagnostico confieso que ha sido hasta hoy la noche más larga de mi vida. Tengo 34 años y de esto ya han pasado más de 9 meses, tiempo durante el cual he estado aprendiendo la importancia de los amigos, la importancia de conocerte, de conocer tu pasado, pero sobre todo esto de lo afortunados que podemos ser en estos tiempos.
Claro, aún no hay una cura definitiva, pero la calidad de vida que podemos tener es maravillosa. Al tocar fondo, pueden suceder dos cosas: o volvemos a resurgir como el ave Fénix, con una nueva expectativa de vida o simplemente la misma termina allí.
Hay una esperanza de vida, así que debemos seguir adelante, debemos ser agradecidos y sobre todo perdonarnos por ese momento que cambió nuestras vidas.
Debemos también compartir nuestra vida con las personas que más amamos, rodearnos de un grupo de apoyo, confiar en los medicamentos, seguir las reglas del juego… eso nos permitirá llevar una vida normal nuevamente. Claro que no es un camino sencillo, pero vale la pena recorrerlo y también si podemos devolver algo a la comunidad afectada, darles una esperanza, si se puede seguir viviendo siendo portador de VIH.
Hoy puedo decir que he vuelto a donde iba mi vida antes del diagnóstico, pero con una fortuna más… el agradecimiento a la vida, a Dios, a mis ancestros, a mis amigos y a mi familia.
