Nadie lo sabe

Daniel

Todo comenzó tras descubrir las aplicaciones de ligue gay. Tenía mucha curiosidad de experimentar y probar. Eso pasó a los 16 años y para ese entonces ya había salido del clóset como un hombre gay. Recuerdo que en mi primera relación sexual usé condón, pero también ese mismo día lo hice sin este y, sin duda alguna, sería muy hipócrita de mi parte si les dijera que no me gustó más. Desde ese día supe que el sexo sin protección sería para mí una pasión, un acto de devoción que me llevaba a alcanzar un placer extremo y fugaz.

Pasó el tiempo y no supe controlarme ni mucho menos ser responsable. Lo intenté, se lo juro. A veces llevaba el condón en mi bolsillo, incluso cuando iba a antros, pero el verdadero dilema era cuando estaba en el acto. Me excitaba demasiado y por completo me olvidaba de las consecuencias que trae el follar sin condón. Para mí el sexo es un deporte de adrenalina, cuando voy a follar tengo el condón en mis manos, pero cuando veo el placer ante mis ojos pierdo la sensatez y la razón ni se asoma a mi memoria.

Me siento muy culpable, porque tengo mucho conocimiento del tema. Desde que salí del clóset y empecé a tener interés por mi identidad, investigué de todo. Cuando llegué al VIH me asusté. Antes de que me dijeran que tenía VIH sabía cómo se adquiría este virus, sabía las consecuencias, incluso sé que la única persona curada de esta enfermedad es el llamado paciente de Berlín.

Sé que el VIH se originó en África, que viene de los primates. Conozco el trasplante de células madre que recibieron algunos pacientes en España el año pasado y no se les detectó el VIH y cosas así. En conclusión, estoy muy bien informado y si me pasó esto reconozco que fue por mi culpa.

Todo fue por dejarme llevar por el placer. En un principio, porque, la verdad, desde hace varios meses me siento muy solo, no tengo amigos, solo amistades y esas cosas. En estos días me sentía jodidamente deprimido, y por esa razón deseaba estar con alguien y por eso me fui a follar, por sentir compañía, por tener a alguien que me hiciera olvidar lo jodida que es la realidad. Cuando estoy triste, no sé, pero me gusta follar, estar con alguien. Pero desde un tiempo para acá ya ni eso me llenaba, así que calmé mis hormonas… Pero supongo que ya era demasiado tarde.

El día que me diagnosticaron el virus lloré. Pensé en mi madre y lloré tanto porque sentí que la dejaba sola, que la había decepcionado. Pensé en mi pequeño hermano menor y en lo mal que lo pasarían si yo falleciera. En esos momentos sentí que mi corazón colapsaba, sentí algo que me ahogaba en el pecho. Siento que el mundo se me viene encima, me siento sucio, como si fuese un pecador y soy juzgado y atormentado.

Fue un sábado cuando me lo dijeron [que tenía el VIH] y ese mismo día tenía una fiesta. No quería ir. Obvio, me sentía terriblemente mal. Me sentía muy sólo, porque no se lo he contado a nadie. Mi mamá es una mujer cristiana, conservadora y cerrada de mente, así que ya se imaginarán toda la soledad en la que vivo por los pensamientos diferentes que nos separan. No tengo amigos. Mi amiga más cercana es un lío y, por alguna razón, no confío en ella. Así que estoy solo en esto. Creo que por eso adquirí este virus, porque buscando diversión quizá buscaba compañía mediante el sexo, porque siempre he estado muy solo y eso me ahoga.

Volviendo al tema del sábado, no quería ir a la fiesta, pero recordé que vale la pena vivir siempre, recordé que, por alguna razón, estamos en esta vida, que a pesar de la dura realidad, no queda más opción que nadar. Porque si te ahogas no lograrás nada, solo que sospechen y te juzguen. Así que levanté mi cuerpo de la cama y me fui a la fiesta. En la noche estaba muy ebrio y de mi mente no se iba el pensamiento "tengo el VIH". Pero la pasé bien. A veces tienes que sobrevivir a la tristeza estando rodeado de felicidad, solo así se logra hacer un equilibrio entre tanta melancolía.

Finalmente, solo les digo que sean felices, que se rodeen de gente que los ame. Rodéense de pensamientos positivos, escuchen música feliz, escuchen esa canción que les hace recordar que están vivos, párense todos los días y vean las montañas y lo maravillosa que es la naturaleza, valoren la vida ahora que estamos de pie. Bailen, amen, cuídense y olvídense del virus, sigan su vida normal, no le cuenten a nadie porque nadie tiene porque saber algo que solo nos hace daño a nosotros mismos. Vivan y hagan cada una de las cosas que quieran y puedan hacer, que si llega el día que nos vayamos podamos decir: "voy a morir, pero nunca me olvidé de vivir". Porque, amigos, hay personas que no tienen ninguna enfermedad, pero están más muertas por dentro, no aman, no leen, no escuchan música, no respiran y eso es peor que tener el VIH.

A ti, que estás leyendo esto, quiero decirte que te quiero y que saldrás de esta como lo has hecho durante toda tu vida. Te lo digo yo, que no tiene apoyo de nadie, que no le puedo decir a mi mamá porque me juzgaría. Te lo digo yo que estoy solo. Toma mucha agua y si siempre has querido amar, ama, si quieres bailar, baila, pero no te dejes caer por favor en ese agujero de la depresión. Vive, aunque estés a punto de morir.

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