Desde el día que me lo comunicaron, mi vida cambió demasiado. Los miedos y frustraciones aumentaron, aunque poco a poco pasaron a un plano secundario, pues me di cuenta de que la vida tenía que continuar. Para ello, el apoyo familiar y de los amigos fue fundamental. Luego, cuando comenzó a mejorar mi salud, regresé y retomé mi vida, terminé la universidad, hice una maestría y ahora estoy tratando de conseguir un buen empleo.
A pesar de que nunca sentí el rechazo de la gente, el miedo a no poder amar nunca a otra persona siempre está presente en mi vida y eso me pasa en la actualidad. Como soy deportista, a veces –sin querer– atraigo las miradas. Los chicos se me acercan y quieren conocerme, y yo, como todo ser humano, también quiero conocerlos. Nos relacionamos, con protección por supuesto, pero cuando queremos pasar a un plano más formal en la relación soy yo quien lo frena y no quiere ir más allá, por miedo al rechazo, pues creo que uno debe ser sincero con la persona que ama.
A día de hoy, estoy intentando conocer a personas, pero el miedo a decirles la verdad me frena mucho. Ya hace más de tres años que estoy sin pareja, lo que me hace sentir la necesidad de ser amado.
Es la primera vez que intento entrar en contacto con gente que tiene el mismo diagnóstico que yo y no sé lo que puede pasar luego, lo único que sé es que me quiero volver a enamorar y vivir momentos hermosos sin tener nada que ocultar.