Llevo medicándome y siendo diferente desde siempre. Normalmente no me afecta, pero tener 18 años y pensar que hay tan poca gente de tu edad en tu situación y que pueda entenderte a veces es duro de llevar.
Intento tener una vida normal, pero el invierno es lo peor, una se resfría antes, y luego llegan las explicaciones en el instituto. Te preguntan por qué has estado tanto tiempo enferma y les tienes que decir que por un resfriado. No poder tener la confianza suficiente con alguien para explicarle que tardas tanto en volver porque eres seropositiva es difícil; una, a esta edad, nunca sabe cuándo es el momento adecuado y siempre espera que, al año siguiente, sea diferente.
No me avergüenzo, o me siento mal, o culpo a mi madre por esto. En el momento de mi nacimiento se sabía poco y menos sobre el VIH. Poco a poco lo he ido adaptando a mi vida, pero siempre queda ese huequecito que espero llegar a llenar algún día con gente que realmente pueda entenderme y hacer desaparecer esa sensación de ser una entre un millón y la soledad que conlleva.
Vivir con esta característica me ha enseñado mucho, primero, a ser más responsable que la mayoría de los niños pequeños; también a pensar un poco más en los demás y, sobre todo, a decidir cuándo hablar y cuándo no.
Ser seropositiva no va a afectar a mi vida futura, simplemente estará ahí y seguiré como siempre, medicándome. No es justo darle una importancia mayor que al futuro. Estudiaré, viviré mi vida y tendré el máximo cuidado en cuanto a mis relaciones sexuales, eso siempre.
Ánimo a la gente que tiene que empezar a vivir con ello ahora.