Un monstruo atado en el cuello

Lhuna

Hay momentos en los que escapo del dolor. Como todos, hago lo posible por mirar a otro lado. “Hay que seguir”, “avanzar”, “tener una vida normal”, son estupideces que nos decimos cuando pasan cosas malas y escapamos al primer rincón del dolor. Y cuando no podemos mirar más hacia el lado contrario, cuando esa tormenta estalla por la piel y duele el alma de sostenerse al deseo de que todo está bien es cuando la desesperación, los manotazos de ahogado y esa respiración entrecortada llegan.

Está claro que nadie puede sentir el dolor del otro, está claro que los demás pueden acompañar pero no hacerse cargo del propio dolor, está claro que la vida sigue, pues aquí estoy ¿no? Averiada, pero vida, desmotivada, pero vida. Pero es en este momento en el que miras a la cara al monstruo y te preguntas si aún se puede, y si aún quiero seguir, mirando, o ignorando, o no solo mirando, actuando ¿Actuando? Si apenas se puede ver el monstruo, si apenas puedo decir que estoy viva.

El dolor es algo tan complejo, la acción de enfrentar un miedo, un dolor, ¿con qué resultado? ¿Seguir en camino? En camino a la muerte, la vida cada vez se pone más y más dolorosa, más solitaria. ¡Dios!, pensé que no se podía sentir más dolor o más soledad. Ya ves que sí y el miedo es que sea así, así y peor cada vez.

¿Qué necesidad tienen los hombres de seguir, sabiendo que las pálidas nubes brotan aleatoria-mente en el camino, que las piedras que cargamos estarán ahí para siempre hasta que muera? ¿Drama? ¡Ja! Mi vida se convirtió en algo que no sé si es vida. Eso me hace dudar. Quien sabe de lo que hablo en parte podrá entender el dolor, el miedo, pero en parte, no porque su miedo lo ataja para que mire para otro lado, porque duele en lo ajeno también, da pena. Y mirar de frente el monstruo de otros es fácil, pues no puede hacernos daño, al otro sí, y eso nos causa angustia. ¿Y si ese monstruo te estuviera por atacar? ¿Y si estuviera este atado a tu cuello y no al mío? La vida sigue ¿no?

Cada vez más triste, más solitaria, más aterrada, pero hay que seguir ¿no? Las cosas no son como antes, ahora está todo más avanzado. “Vas a estar bien”. “Tengo un conocido/familiar que está en la misma y está bien". Me dicen muchas cosas, que desde donde estoy ahora suenan casi como una burla, o como un comentario desde la ignorancia total. Este monstruo, mi monstruo, es algo que da miedo a todos, nadie se imagina que puede que un día llegue y que se va a quedar para siempre.

El miedo nos paraliza, nos deprime, nos desmotiva. ¿Y cómo motivas a alguien que tiene la condena firmada? No importa si la ciencia avanzó y ahora todo está entre nubes y brisa fresca, el dolor está ahí, la discriminación y el prejuicio están ahí; que la ciencia avance no nos hace gente con más luz en la cabeza, hasta creo que seguimos siendo los mismos de hace años y años atrás.
 
Me he estado preguntando, ahora que estoy sola, por tener algún tipo de relación. Es muy personal este monstruo, no es algo que se le diga a cualquiera, incluso mis padres no lo saben. Soy de esas que tiene el espíritu libre y algo introvertida también, sincera y honesta con lo que siento, con lo que pienso, pero aquí surge una problemática. Qué tan sincera puedo ser, cuando algo es tan personal, cuando raramente provocas un quiebro entre lo personal y lo que puede afectar, y si no afecta, pero “por las dudas” lo pones bajo foco. No he tenido la experiencia aún de estar con alguien y decir “¡hey!, ¡este es mi monstruo, te lo presento!”. Pero lo que sí sé es que da miedo, y por más abierto de mente que uno sea, huirá. Y por más amor que haya, por más deseo, ¡huirá! El miedo lo hará paralizarse, lo hará irse. Así se ve el destino por acá.

Puedo ver en el horizonte algunas espinas y el vacío, el silencio de mis noches, el frío de mi piel, el llanto en mi alma. Siempre sentí un poco de frío, no sabía que yo sería un témpano de dolor en este mundo, tan joven ¿Y para que dejar entrar luz si sabemos que no durará cerca de nosotros? Pues este monstruo acabará con todo lo que se nos acerque. Así es la soledad de quienes tenemos un monstruo atado en el cuello.

Hola, gracias por leer. Soy Lhuna, tengo 32 (mi monstruo tiene 3 meses) y esta es una reflexión, pesimista, de uno de estos momentos de los que hablo arriba, donde uno se siente solo, incomprendido, triste.

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