Testimonio: Momento amargo

José

Siempre fui un tío que tomaba muchas precauciones en sus relaciones sexuales, para dar buen ejemplo a los que estaban bajo mi cuidado. Fui el patriarca de mi hijo y mis sobrinos en buena conducta y buenos consejos, hasta que, sin darme cuenta, llegaron a ser unos buenos profesionales.
 
Con 47 años, me sentía solo y con deseos de organizar mi vida. Conocía a una chica de 40 años, pero nunca me imaginé que, detrás de ese amor, se escondía un pasado negro que me marcaría para toda la vida.
 
En el año 2008 nos casamos, pero algo pasó y ella se arrepintió. No sé por qué, nos encontrábamos cada ocho días. Ella trabajaba en un pueblo. Yo siempre tenía cuidado con mis relaciones, pero en dos o tres oportunidades tuvimos relaciones sin protección y algo sucedió. Mi pareja viajaba cada seis meses a EE UU para visitar a su familia, lo que para mí era algo normal. En diciembre del 2010, le descubrí unos medicamentos que traía del país norteamericano y que tenía muy bien guardados donde nadie los viera. Al buscar por internet para qué servían, ¡Dios mío!, el cielo se me vino encima, la tierra se me partió: esos medicamentos eran para el VIH.
 
Le pregunté y me comentó que era portadora indetectable del virus. Una noche, ella desapareció. Cuando me enteré, se había suicidado en su tierra. En el tanatorio mi familia se enteró y, claro, sospecharon que yo también era portador, y todos, hasta mis sobrinos, me dieron la espalda. Para ellos, ya estoy muerto: el sida ya me mató. No me llaman.
 
Ya no soy aquel tío, hermano, que trabajó duro para ayudar a sacar a la familia adelante: hoy soy portador. Me siento solo, no tengo deseos de vivir. Mi hijo se fue de mi lado y me encuentro en un valle de sombras. Pasan por mi cabeza muchas cosas que no debería pensar.
 
Si alguien sabe más de este virus, me gustaría contactar con él, sin importar el sexo. Mi correo personal es tonmi1965[arroba]hotmail.com.
 
Un abrazo, y que este relato sirva para muchos otros como yo, que, por no cuidarnos, ahora estamos sumidos en un sufrimiento muy amargo.

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