No menciono el nombre de la enfermedad, pues no le doy el poder para que controle mi vida o se ponga por encima de mis sueños. Mi mamá lo supo una mañana, días antes de ser diagnosticado, pues un brote en mi brazo derecho, bastante notorio, fue el anuncio de que algo no estaba bien. Tras hacerme el examen confirmatorio que solicitó mi médico, le conté lo que presentía y cada palabra me dolía en lo más profundo, porque pude evitarlo, pero confié en el hombre con el que estuve aquella vez y tiempo después de estar me confesó que era portador en tratamiento, supuestamente pero no le creí.
Todo ocurrió en un momento de colapso total. Semanas después de confirmar la enfermedad, perdí mi trabajo, las ganas de amar y de creer en el amor. No fue hasta junio del 2018 en que todo se transformó gracias a un curso de empleabilidad que tomé para poder ubicarme de nuevo. Eso me aterrizó mucho y me dio a conocer gente valiosa que me aportó a mi crecimiento personal, conseguí un empleo en el cual me encuentro aún y ha sido genial lo que me ha pasado. Vivo mi vida normal, tomo mi tratamiento a diario y miro cada píldora como si fuera una vitamina. Me conecté con la vida y no pienso soltarme de ella ni de Dios en este camino porque sé que puedo seguir soñando y lograr lo que desee por mis propios medios.
Aunque pensé que el amor en tiempos del VIH sería imposible, lo encontré y llevo 8 emocionantes meses con ese hombre que casualmente tiene la enfermedad, la combatió y hoy en día ya es indetectable… Él me cambió la vida y este camino ha sido increíble. Mi amor por él cubre el universo entero.
Si lees esto y la enfermedad te consume emocionalmente o físicamente, te digo que no la dejes, ella no es más que tú, tu eres más fuerte, ella es invisible, pero tú eres más visible, ella está en la oscuridad mientras tú estás en la luz. Tú puedes vencerla. Si no quieres decirlo, no lo hagas si no estás listo. Nadie te obliga a hacerlo.
Si lo quieres hacer, hazlo con la ayuda de algún profesional que les haga ver a tus familiares que no significa la muerte, solo es una enfermedad más que puede tratarse y puede combatirse, pero requiere del amor y del compromiso de todos los que te rodean.
Si pierdes amistades, relaciones, trabajo, familiares… no los pierdes por la enfermedad, los pierdes porque no son las personas o lugares que necesitas en este momento. Te está llevando a un cambio que solo tú puedes hacer que llegue.
No te preguntes “¿Por qué a mí?”. Cambia esa pregunta ¿Para qué me sucede a mí? La respuesta será más amable y te darás cuenta de que hubo personas, situaciones, lugares y más que no te merecían, que no te aportan, que no te suman.
Empodérate frente a la enfermedad y dile que eres más que ella, mírate con amor en el espejo, no con odio ni con lástima. ¿Eres de los que al caer prefiere quedarse en el suelo y llorar o eres de los que se levanta y lucha contra todo lo que se oponga para efectuar el cambio? Apuesto a que eres lo segundo.
Yo caí en llamas y renací de mis cenizas para no volver a ese hoyo oscuro de la enfermedad. Hoy soy luz, soy amor, estoy orgulloso de mí y comparto mi luz con el mundo porque es posible hacerlo y llegar a donde tú quieres llegar. No hay límites para los ganadores. Saludos desde Colombia. Te abrazo.