A mitad del año pasado él comenzó a enfermar. Primero de una simple gripa, después de garganta… Le hicieron estudios y no revelaban nada. El peor error que cometí fue dejarlo solo en esos días. No porque estuviera enfermo sino por pensar que si yo no lo buscaba él no me buscaría a mí.
Semanas después la situación entre nosotros mejoró y una noche como cualquier otra me reveló su diagnóstico: tenía el VIH. En ese momento sentí morirme. Lloré toda la noche lamentando y renegando hasta de dios… ¿Por qué él? Él no lo merecía. ¿Por qué lo dejé solo?
Desde entonces nos hemos vuelto aún más unidos yo lo amo cada día más. Aunque sigo siendo dramática sé que él me ama también. Sólo 5 personas saben de su situación y me alegra estar entre ellas…
Él se muestra fuerte ante esto, pero sé que a solas es otra cosa. He sido testigo de cómo se quebraba. Aunque a veces no sé cómo ayudarle (porque yo también me quiebro con él) trato siempre de darle palabras de aliento.
A veces cuando estamos juntos lo observo y ¡dios!, daría todo por ser yo la persona afectada, porque él recuperara su vida, él amaba salir a divertirse y eso fue lo que más le pegó. Aunque yo soy feliz tan sólo con verlo sé que él no y no sé cómo hacerle entender que la gente que de verdad le ama estará ahí con o sin el VIH.
Ahora lleva una vida estable, sigue su tratamiento y parece que lo ha asimilado. Yo lo único que puedo hacer es estar con él y regresarle un poco de lo mucho que él me da.
Este es el otro lado del VIH, el de personas que amamos a alguien con este virus.
Le doy gracias a la vida por cruzarlo en mi camino desde aquel 23 y por dejarme seguir a su lado. ¡Te amo, mi persona cósmica positiva!
