Pensé en quitarme la vida, en tomar una pastilla y no despertar más, en correr y correr hasta llegar a un lugar donde no hubiese enfermedad y la gente viviera sin problemas. Mientras caminaba a mi casa, mi pensamiento era preguntarle por qué a mi Diosito. En ese momento solo tenía una persona a quién debía decirle, mi pareja, ya que mis padres fallecieron.
Cuando le di la noticia a mi pareja pues su reacción fue muy tranquila, me dijo que me apoyaría. De hecho, fuimos juntos a la primera cita con el doctor. Me acompañó. Él se había realizado una prueba hacía poco donde había salido negativo al VIH.
El doctor me mandó hacerme un examen específico (prueba confirmatoria o Western blot), cuyo resultado tardó casi 15 días, durante los cuales tuve esperanzas de que pudiera haber sido un falso positivo, pero el resultado me llegó un viernes y salió positivo de nuevo al VIH. Mi pareja, con el pasar de los días, se distanció; ya casi no me escribía. El viernes le dije que el resultado fue positivo y el sábado me dijo que no podíamos continuar con la relación. Lo comprendí. Y pues ya perdí a la única persona que me quedaba de apoyo.
¿Pero saben algo? Siento la fuerza de Dios en mi corazón, la fuerza de la virgen que me dice que no me van a desamparar. Aunque me siento muy solo, sin una persona que me brinde su apoyo y me acompañe en este momento de desesperación, aún creo y confío en Jesús. Pienso ¿qué va a ser de mi vida? Vivo en un país con muchos problemas, entre ellos falta de medicinas. Mi madre falleció hace dos años por falta de quimioterapia. Ese es mi gran miedo.
Mañana iré a mi cita con el doctor, quien me dijo que iba a empezar con el tratamiento de una vez. Estoy aferrado a Dios.