Sin pensarlo demasiado, pedí a mi madre que me dejara marchar y decidí poner rumbo al Primer Mundo. Pero al llegar, no todo era como esperaba. La realidad era totalmente diferente.
No había ningún trabajo, lo que había era una persona con bastante dinero dispuesta a “compartir” a cambio de “cariño”. A más de 12.000km de mi hogar y sin dinero para volver, decidí quedarme, ya que mi madre estaba muy ilusionada por mi viaje y pensé que si accedía a la propuesta de esta persona podría ayudarla.
Tras casi un año de relación con esta persona, un día comencé a sentirme mal y, al llegar al médico, tenía tanta fiebre que me ingresaron. Me sorprendí porque nunca había tenido ni siquiera un resfriado, pero mi sorpresa fue aún mayor cuando el doctor del hospital donde estaba me dijo que tenía VIH. Mi mundo se derrumbó por completo y caí en una depresión. Solo quería morirme; incluso intenté suicidarme en dos ocasiones, pero todavía no era el momento de partir.
La persona que me trajo engañado no solo me había mentido, sino que también me había transmitido esa enfermedad a pesar del uso de protección cuando manteníamos relaciones.
Me alejé inmediatamente de él buscando cobijo en amistades que había hecho durante ese tiempo, sin contar, por supuesto, lo de mi enfermedad.
El año pasado me enamoré de una persona maravillosa, a la cual, antes de tener relaciones sexuales, le expliqué lo de mi enfermedad. En principio no salió bien, pero hoy hace casi cuatro meses que estamos casados.
Mi decisión en aquel momento cuando me detectaron la enfermedad fue no medicarme, a pesar de los consejos del médico. A día de hoy, solo quiero vivir, luchar y ser feliz. No puedo medicarme ya que aún tengo en trámite mis papeles de residencia y no puedo afrontar los gastos de los fármacos al estar sin trabajo.
Me da pánico ir al médico y sé que lo necesito, pero hace unos meses, tras un desmayo, me llevaron al hospital y, al salir, me querían cobrar poco más de 1.000 euros que todavía no he pagado y me reclaman. Mi pareja es la única persona que lo sabe; ni mis amigos ni nadie de mi entorno sabe nada, y mucho menos mi madre: creo que se moriría de la angustia y no puedo hacerle esto.
Aún tengo mucho que superar y aceptar.
Saludos a todos desde Barcelona.