El VIH me cambió la vida; como a todos, supongo. Pero en mi caso fue muy drástico. Dejé de trabajar, cambié de ciudad y me di cuenta de lo solo que estaba.
Aún hoy, a veces, me siento solo. Y sé que soy afortunado. Recibo una asignación mensual suficiente, tengo coche, casa hipotecada, perra y hasta pareja.
Luego está mi carácter: soy sumamente introvertido. Se me da mejor escribir que hablar con alguien.
Pese a todo, sigo vivo. Es más, me encanta vivir.