Fue duro en ese momento porque estaba en otro país y con mi pareja de hacía tres años. Fui a la consulta sola, me hicieron varios estudios y allí me enteré de que soy portadora [del VIH]. En ese momento comencé a llorar pensando en cómo decírselo a mi pareja. Aparte, no estaba muy informada sobre ese tema y tenía terror de que me pasara algo a mí y, principalmente, a mi bebé. Estaba muy feliz por mi embarazo, en fin.
Se lo dije a mi pareja y la verdad es que me apoyó desde el primer momento. A la siguiente consulta al médico fuimos y se hizo la prueba y dio negativo. Me sentí aliviada por cómo me trató y me informó la doctora. Eso fue en noviembre. En enero, empecé el tratamiento y, a los dos meses, salí indetectable.
Después, en marzo me volví a mi país por la pandemia [de la COVID-19], y seguí mi tratamiento. Antes de tener a mi hija, tenía los niveles de CD4 en 56 células/mm3, por lo que me puse mal. Quería un parto normal, pero al final me hicieron la cesárea. Gracias a Dios ha ido todo bien y ahora mi hija, con tres meses, ha salido en dos pruebas PCR del VIH que es indetectable.
Hasta el día de hoy solo lo sabe mi pareja. Todavía no sé cómo decírselo a mi familia. Ahora me van hacer otras pruebas de carga viral por ver si soy de nuevo indetectable. Dios quiera que sí.