A finales del año pasado perdí mi empleo, caí en una horrible depresión, me quité todo el valor y decidí buscar empleo sin mucho éxito (para el tipo de trabajo que yo hago, sé que las empresas no contratan hasta el primer trimestre del siguiente año). Gracias a Dios, un amigo cercano me apoyó bastante, dándome un lugar donde vivir y ayuda económica mientras me reponía.
Con la autoestima baja, sin dinero, sin trabajo, decidí buscar ahogar un poco la "hormona". Es un error hacerlo cuando eres depresivo y no te encuentras en tu mejor estado. Para no profundizar, diré que estuve con quien no debía y no me cuidé, porque uno piensa, o supone, que no le va a pasar nada. Piensas que tal persona parece de fiar, te dices “esto no me va a pasar a mí”. Pero sí pasa, no debemos sentirnos dioses y creer que estamos exentos de que nos pase cualquier cosa, incluso puede ser un accidente, puedes ser la persona más sana, pero si te atraviesas a un coche, no esperes que no te pase nada.
Más tarde me empecé a sentir muy mal de salud (diarreas, dolor de cabeza, cuerpo cortado), fui al doctor y me dijo que tenía una infección de intestinos. Nunca sospeché nada, puesto que había comido comida china y algunas veces me ponía mal (pero me gustaba, así que ahí voy de sadomasoquista). El doctor me dijo: “No te preocupes, seguramente es tu situación personal y económica la que hizo que te bajaran tus defensas y la comida china y sus bacterias hicieron lo suyo”.
Yo tenía la espinita de quererme hacer la prueba [del VIH] y tenía mucho miedo de que algo no estuviera bien, seamos francos… Conocemos nuestro cuerpo y tiene sus propias alertas, hice caso y fui a hacerme la prueba. Como todos, al recibir el resultado de reactivo al VIH, se me heló la sangre, piensas lo peor, quieres llorar, patear, maldecir.
Aun así, me quise hacer responsable de mis actos y decidí hacer todo el proceso para recibir ayuda médica (aún no la he obtenido, ya que esto fue muy reciente, apenas 15 días), pero no quise dejar pasar ni un día más para hacer el engorroso trámite de mi seguro popular (al no estar laborando).
Días después de enterarme, lloré y lloré mucho, culpé a mi ansiedad y depresión clínicas, me conmiseré de tener otra enfermedad crónica (osteoartritis), lo tomé como si fuera mi karma, mi cruz y así se me hizo fácil aceptarlo. No debería ser así, pero siempre he dicho que toda acción trae una reacción.
A pesar de todo, me documenté y me informé, leí historias, vi vídeos motivacionales, escuché testimonios, estuve a punto de profundizar, pero, como soy algo paranoico e hipocondríaco (con tendencia psicosomática), no quise saber tanto, solo quería aprender a cuidarme. Porque sabía que me iba a cambiar la vida, no necesariamente de una manera negativa. En mi caso, a veces acepto mi estado y a veces reniego de él. Me planteo que es una nueva oportunidad para amarme a mí mismo. Miro a personas que están luchando por su vida y realmente lo están pasando mal, y creo que la empatía es una gran arma para salir de esto. Todos estamos expuestos, pero sobre todo podemos informarnos para romper estigmas y vivir nuestras vidas lo mejor posible.
De todo este proceso, que ha sido relativamente corto, hay una pregunta que realmente nadie te hace y es ¿cómo te sientes? Y pues digo que no se tiene por qué pasar esto solo. El tema de la familia es espinoso, pero tienes amigos y los de corazón siempre van a estar con uno. En mi caso, me abrí a mis mejores amigos, y me di cuenta de cómo uno no está necesariamente solo.