Mi vida cambió, lloré mucho, sentía que todo se había acabado, quién me iba a querer, seré rechazado por todos… Tuve gran apoyo de mi familia y una persona que fue mi pareja por mucho tiempo, pero en ese momento estábamos separados. Aun así pasó muchas noches en el hospital conmigo y por eso le estaré agradecido siempre.
Ya después que salí no sabía qué hacer, temores, dudas, resentimientos… No tenía mucho conocimiento, tenía apoyo familiar pero por dentro una lucha conmigo mismo. A pesar del apoyo no encontraba consuelo ni seguridad, pensé solo existe alguien en este mundo que me puede dar el consuelo y la seguridad que busco, ese es Dios. Me refugié en él como apoyo y, señores, incluso si no se es creyente, sentir que alguien te cuida y te protege, creer que de verdad lo hace es maravilloso.
Estuve un año sin tomar los antirretrovirales por temor a los efectos secundarios y, lógico, mis defensas bajaron un poco, pero no me enfermé de nada, ni siquiera una simple gripe y me sentía bien.
Ahora ya he comenzado a tomar los medicamentos, pero me digo sintiendo bien. El VIH hasta ahora ha traído más devastación sicológica que física, gracias a Dios. Por eso pienso que la fe será buena para ti, física y emocionalmente. Dios es bueno y cura al afligido, le da consuelo. Tal vez este haya sido el propósito de mi enfermedad, entender que Dios existe y que en él hallamos consuelo y bienestar. Vale la pena intentarlo.