En diciembre, me diagnosticaron el VIH. Estoy casi seguro de que me contagió mi ex, con quien terminé en octubre.
Ahora, mi vida ha cambiado totalmente; aún no puedo decir que esté arruinada, porque tengo muchas ganas de terminar mis proyectos. Le estoy echando muchas ganas a terminar la escuela y, sobre todo, a mi trabajo.
He leído mucho en Internet sobre el tema, he hecho mis cuentas y creo que mi pronóstico es muy favorable. He leído que la cura para esto está a 10 años vista, y que mi pronóstico de supervivencia es de 25 años de promedio. También he visto que, en 10 años, la tasa de mortalidad por VIH/SIDA ha disminuido en un 90%. Entonces, tal vez tenga un futuro alentador; si ese maldito virus no va a acabar con mi vida ahorita, tampoco lo voy a hacer yo.
Lo único que realmente me preocupa es lo que diré en mi trabajo, pues es por la mañana, y las consultas, estudios y entrega de medicamentos son también por la mañana, y ya he faltado al trabajo por estar enfermo, como cuando me dio salmonelosis (en agosto), al parecer por la seroconversión, según mi doctora.
Así pues, me las tendré que ingeniar para inventar excusas de cara a mis próximas y tan frecuentes visitas a la clínica.
Vivo solo. Mi mamá y mis hermanas viven en otro estado, a unos 300 kilómetros de donde yo vivo. No se lo he dicho a nadie, el único que lo sabe es mi ex, pues a él se lo diagnosticaron primero. Acompañé a su hermana a recoger los resultados, puesto que con toda su familia tengo una amistad muy estrecha, y ella me lo comunicó. Después, para confirmar mis sospechas, yo me hice la prueba y dio positivo.
El 28 de marzo, me hacen mi primer examen de carga viral y recuento de CD4. Aún no llevo tratamiento alguno.
A veces, agradezco a Dios que me haya pasado esto, puesto que, meses antes de mi diagnóstico, era de los que dejaban todo antes de acabar –estuve a punto de dejar la escuela por falta de motivación–. Pero lo que me ha pasado ha hecho que retome las riendas de mi vida. Acabo de reingresar en la universidad con todas las ganas y motivación del mundo: el VIH no me detendrá, eso es definitivo. No me voy a morir ni hoy, ni mañana, ni dentro de dos años. Mientras llegue la hora, disfrutaré mi vida al máximo y daré lo mejor de mí cada día. Soy consciente de la probabilidad de que esta enfermedad finalmente acabe con mi vida, pero hasta que eso pase, pienso darle una gran batalla: que sepa de una vez que no le será tan fácil vencerme.
Aunque lo que más me motiva de todo es que mantengo una amistad por msn con alguien de Perú con quien contacté, precisamente, a mediados de diciembre. A principios de enero, nos empezamos a encariñar ambos. Hoy, hablamos de que él se venga a México, primero a conocerme bien, y si las cosas funcionan, a vivir conmigo. Él todavía no lo sabe, pienso decírselo en unos días. Sé que quizá como amigo me apoyará, pero su percepción hacia mí cambiará radicalmente.
Sé que es muy estúpida esta relación, pero al menos me ha alegrado bastante la vida. Como el arco iris después de la tormenta, así llegó esta persona a mi vida.
Por ahora, esto es lo más relevante que me ha pasado.
Gracias por abrir este espacio para expresarnos, y a ti por leerme.