Él vivía en Barcelona y habíamos sido novios durante dos años, hasta que, como la gran mayoría de los cubanos, se fue de la Isla. Dejé todo atrás, mi familia, mis amigos, mi casa, mis costumbres, por volver a encontrarme con la persona que más había amado hasta ese momento.
A los pocos meses de vivir en Barcelona, comencé a sentirme mal, muy cansado y con una serie de síntomas más. Decidí ir al médico de cabecera y pedir que me hicieran la prueba del VIH, la cual dio positivo. Sentí que el cielo se me caía encima. Tenía conocimientos de la enfermedad, había visto partir a muchos de mis amigos. Al tiempo, descubrí que mi pareja me era infiel, no solo con una persona sino con varias, todas con el virus. Yo, que había confiado tanto en él, pensé que me había condenado a una muerte segura.
A los pocos meses de diagnosticarme, mi pareja me dejó por otra persona. Pensaba que estaría siempre conmigo, al menos eso fue lo que dijo, pero una vez más fui engañado. Me quede solo, en un país nuevo para mí, enfrentándome a la rutina diaria, al estrés que no conocía en mi Cuba, a las costumbres y, en fin, a todo en general. Pero soy fuerte, sabía que tenía que salir adelante, y así lo hice, solo, sin él y sin nadie. La fe y el amor me sostienen.
Hoy en día, lo que más me golpea es tener que decirle a algún chico que conozco que soy seropositivo, por el temor a ser rechazado.
En fin, chicos/as, la moraleja de mi anécdota es que no confíen, que se cuiden, que se protejan, porque hay muchas personas por ahí que no son conscientes.
Me encantaría dialogar con personas más experimentadas en el tema, con mi misma condición [con VIH], y encontrar a esa personita a la que pueda darle un beso de buenos días cada mañana y decirle cuánto la amo.