La fe es lo último que se pierde

Anónimo

A los 16 años empecé mi vida sexual. Cuando cumplí 21 años, estando en la universidad, conocí a un muchacho y hablé con mis padres para pensionarme cerca de la universidad. Finalmente me fui a vivir con el muchacho con el que empecé a salir. Cuando tenía 23 años la relación terminó. Ya me había graduado de mi carrera y regresé con mis padres.

Seguí con mi vida normal, pero recientemente me enteré de que mi expareja había fallecido por VIH. En la etapa final llevaba más de 6 años con la enfermedad. Por este motivo decidí con los ojos cerrados hacerme la prueba de VIH. El resultado fue positivo.

El mes de mayo de este año comenzó mi frustración y pensé que le había hecho mucho daño a 5 personas con las que había estado sin protección después de mi expareja, incluido hombres y mujeres.

Tuve la valentía y el estar bien conmigo mismo para contárselo a todas esas personas. Una a una les fue saliendo negativo en la prueba, y le doy gracias a dios por impedir que les dañase la vida.

Hace más de 3 años que vivo con VIH, pero nunca he tenido un tratamiento por miedo a mi familia y a mi cuerpo. Lo único que nunca he perdido han sido las ganas de vivir. Cada día vivo mi vida, amo más a la vida cada minuto que pasa y con la ayuda de dios todo va estar bien.

Uno no debe echarse a morir porque tiene el VIH debe amar a la vida cada día más.

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