La cara que muestro a la sociedad no es la misma que escribe este testimonio

H.

Decidí que no era momento de lastimar a mi familia y enfocarme en mis estudios… que al final dieron frutos: buenas calificaciones, concursos, reconocimiento físico y personal. A los 18 años ingresé a la universidad. Muchos de mis compañeros ingresaban de escuelas de alto prestigio en la zona. Yo, proveniente de una preparatoria normal.
No fueron años sencillos, pero logré imponerme y ubicarme dentro de los primeros lugares. Ello me permitió obtener una beca en el área de investigación que he mantenido por cerca de tres años.
Mi vida sexual no fue del todo satisfactoria. Me di cuenta de mi orientación sexual a los 16 años. Mi primera relación sexual fue a los 18. Enamoradizo… y totalmente manipulable tanto por mí, como hacia los demás. No logré mantener una relación sentimental más allá de algunos meses. Mi “trabajo” en la investigación, los proyectos escolares y cualquier curiosidad que salía, hacían que me enfocara más en mí que en mis relaciones.
Desde que empecé a tener relaciones sexuales, la vida se convirtió en un constante premio-castigo. Algunas veces se me premiaba por mi comportamiento, y otras veces se me castigaba por el mismo. Llegué a tener una relación “magnética” o serodiscordante con un chavo de mi edad que estudiaba en la facultad de junto. Mi miedo en ese entonces no me permitió demostrar cuánto lo quería y, por cuestiones del destino, fracasó la relación.
Un solo error cambio mi vida… un solo error. La única vez que mantuve sexo sin condón fue suficiente para que formara parte de las estadísticas, de un grupo que ya es más pequeño al que pertenecía.
El 12 de diciembre del año 2017, aprovechando trámites y papeleos, consideré oportuno realizarme una prueba rápida en el centro CAPACITS de mi ciudad. Como siempre, o como estaba acostumbrado, cada 6 meses la rutina se repetía de forma continua. Ese día el resultado cambió. Cambió completamente, al punto de aguantar las lágrimas en el consultorio del químico y de llorar amargamente en soledad.
La visita a psicología en momentos posteriores me invocó a ver mi vida pasada en cuestión de minutos. Pensar que mi futuro se había acabado, que sería rechazado en mis futuros empleos… que muriera mi vida sentimental.
Los días que siguieron no fueron los mejores que pude haber tenido. Soñaba que me daban los resultados con un acierto reactivo de diferentes formas. Ello me llevo a pensar que en el mes de noviembre me dio una serie de enfermedades que concluyeron que era tifoidea. Una plática con el médico familiar me llevo a pensar la fecha de exposición al virus, aquella fecha antes de enfermarme, coincidente con la única vez que tuve sexo sin condón con un chavo al que apenas conocía, ¡que estúpido fui!
Actualmente, con 22 años, termino el octavo semestre de la licenciatura. Mi alto promedio, en conjunto con el tema de tesis que desarrollo me da la posibilidad de graduarme con honores. Aunque el tratamiento no lo he adquirido por la cantidad de tiempo ligado a la exposición. Apenas 5 meses…  no significa que no me preocupe por el mismo y que no piense en tomarlo. No pasa un día que no piense en el resultado, en mi vida sentimental. Al principio lloraba en soledad, pero con el tiempo solo llegue a pensar lo que pasaba en el momento.
Con el título de ingeniero, pienso mudarme a una ciudad, tal vez a Guadalajara, para establecerme de una vez y ahí comenzar con mi vida profesional, en conjunto con una serie de medicamentos que me permitirán vivir mucho más tiempo.

Quisiera decir que será fácil. Yo espero eso. Lo que no sé en cómo me afectara en algunos años vivir en esta situación. ¿A quiénes deberé contarles? ¿Será fácil mantener un empleo con esta condición?

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