Cuando llevaba un tiempo llegó una patrulla de la policía y uno de ellos me preguntó: “¿qué así hay?”. Y le dije que estaba cogiendo un poco de aire y pensando en algo que me estaba pasando y, sin poder evitarlo, comencé a llorar. Él me preguntó qué me pasaba y no le quise decir. Él me dijo que debía más de medio millón de pesos, así que de qué yo me preocupaba. Le respondí que mi problema no era de dinero y me dice de nuevo: “¿De qué tú te preocupas si yo tengo el VIH y vivo mi vida?”.
Me sorprendí cuando me dijo eso y me motivó a decirle lo que realmente me pasaba, que me diagnosticaron el VIH. Fue una coincidencia que él también tenía el VIH.
Me llevó donde él se atendía y me recibieron con mucho apoyo y amor. Ahora sé que puedo vivir mi vida cuidándome y he conocido mucha gente en mi misma situación y son felices y yo también he decidido llevar mi tratamiento y ser feliz.