Para empezar, quiero decirles que el VIH sí existe, es una realidad que se puede ver reflejada en cualquier situación o momento de nuestras vidas. ¿Por qué hago este breve comentario? Porque, ilusamente, pensaba en algún momento de mi vida que esto no me tocaría a mí. A diferencia de muchos, no diré que fue porque lo desconocía, o no sabía, o que fue culpa de un tercero. En mi caso, fue todo responsabilidad mía.
Hace casi dos años empecé a enfermar, con tos y gripas muy recurrentes, lo cual me llevaba al hospital, donde siempre me decían que era el cambio de clima y otros aspectos derivados de este. Me daban medicamentos, que no hacían efecto alguno. Con el tiempo, empecé a tener un agotamiento físico y me afectó a la parte respiratoria, la cual ya no era normal sino agitada. En resumidas cuentas, me detectaron una neumonía súper avanzada.
Entre los exámenes habituales estaba el del VIH. Algo dentro de mí me decía que era eso, a lo cual me negué en su momento a hacerme la prueba. La doctora me dijo que no tuviera miedo, que era mejor saberlo entonces, para empezar un tratamiento y no esperar. Literalmente puedo decir que me morí y volví a la vida. Porque así fue. En efecto la prueba dio positivo [al VIH]. los médicos hicieron todo lo posible por salvarme y acá estoy.
Fueron dos meses en que perdí alrededor de 20 kilos, donde mis CD4 llegaron a 4.000 … Ante eso la doctora me dijo que quizá llevaba más de 10 años infectado, que no había forma de saberlo, ya que, dependiendo de la cepa del virus, este puede ser más agresivo en unos organismos que en otros.
Vale la pena recalcar que jamás tuve molestias fuera de las normales, aunque, pensándolo bien, el tema estomacal sí estuvo presente desde hacía años, aunque no constante. Podía ser un indicio, junto a la sudoración.
El tratamiento antirretroviral lo inicié a los tres meses de ser diagnosticado. La verdad, la recuperación de la neumonía fue bastante lenta. Con el tratamiento inicial mi carga viral disminuyó bastante, pero no fue indetectable. Así duré casi un año (vale la pena aclarar que con la detección del VIH mi carga estaba alrededor de las 70 mil copias; cuando la neumonía casi me mata llegó a 2.300.000 copias). Así que optaron por un segundo tratamiento que sí fue efectivo en 3 meses.
Actualmente me encuentro indetectable, con unos CD4 de 496 y en subida. Recuperé mi peso normal y llevo una vida normal. Una de las cosas que quiero recalcar es que algo en el fondo sabía que tenía VIH y asimilarlo pues al principio fue duro, con miedo, pero el estar al borde de la muerte o, como me dijo el médico, literalmente “usted se fue y volvió”, me ayudó a asimilarlo de la mejor manera. Me entregué más a mi familia, desarrollé más mi parte espiritual y ante todo no lo vi como un impedimento de vivir.
Han pasado casi dos años y me siento normal. No niego que, al principio, habituarse al medicamento y tomarlo a diario es complejo, pero es lo único. Y también los exámenes rutinarios, que son cada 4 y 6 meses para ver tus niveles de carga viral, CD4 y avances de salud.
Con toda esta historia, que he resumido para no hacer denso el relato, a lo que voy es que, para las personas que quizá no sepan o sospechen que pueden tener el VIH, hacerse la prueba a tiempo puede ayudarles a tener una mejor condición de vida. No hay por qué temer. Si desafortunadamente tenemos el VIH, hay que asumirlo y romper con los paradigmas de que la enfermedad mata. Sí mata, pero mata el no saber que se tiene y no tener un tratamiento a tiempo.
Hoy en día el VIH es una enfermedad crónica que con el tratamiento adecuado permite tener una vida totalmente normal.