La verdad es que, visto en perspectiva, puedo ver claramente que el principal efecto de aquel diagnóstico fue mi derrumbe psicológico, del que me ha costado años salir.
Después de este tiempo, con la suerte de no haber tenido ningún tipo de complicación con la medicación, compruebo día tras día que mi vida es una vida normal, como la de cualquier otra persona. Hasta hace un tiempo, sólo había una diferencia real: mi miedo.
Hoy tengo más claro que nunca que, si no nos hacemos visibles, si la gente no sabe que su hermano, su madre, su hijo, su padre, su amigo o su hermana es seropositivo/a, tardaremos demasiado tiempo en normalizar socialmente una infección que nunca debió ser usada por nadie como ejemplo de castigo divino.
Por eso hace ya un año y medio que salí del armario del VIH, en mi trabajo y entre mis conocidos. Para que todo el mundo se dé cuenta de que el VIH no es algo que pueda afectar a "los del tercer mundo" o a la gente de "mala vida", sino que es una infección que, como otras muchas, puede aparecer en cualquiera si no se toman las precauciones adecuadas…