Llevo desde hace 3 meses -que pareciera que fueran 30 años- de maldición. A veces suelo preguntarme el porqué de las cosas, por qué pareciera que todas las cosas malas que puedan existir me pasan a mí. Tal vez suene un poco exagerado, pero así lo siento.
¿No se han preguntado alguna vez si quizás nuestra vida está siendo grabada como si todo fuera un reality show? Pues, la verdad, yo sí lo pienso. Pienso que todo esto que me está pasando es solo una broma o un chiste de mal gusto, que luego me echaré a reír y todo cambiará a mejor, pero caigo en la dura realidad de que estoy enfermo, de que estoy en un país que no quiero, de que no puedo ayudar a todas las personas del mundo, de que no puedo ayudar económicamente como de verdad deseo a mi madre y a mi familia, de no ser ese hombre que mi padre quiso.
De siempre, cada vez que quiero algo, lo obtengo, pero no estoy satisfecho, quiero decir que no siento esa felicidad que sienten las demás personas cuando obtienen algo que desean. No puedo tener el dinero que deseo. No puedo realizar todas mis metas porque simplemente yo pongo las piedras en el camino para tropezar y caer. Pareciera que todo lo que me pasa fuera a propósito, como si mi felicidad fuera algo como una estrella fugaz, algo así, solo unas milésimas de segundos y luego ¡puf! Se va.
Siendo sincero conmigo mismo, no estoy bien, soy hipócrita conmigo mismo, trato todos los días de demostrar que estoy feliz y contento, que nada me importa, pareciera como si no tuviera problemas, angustias, tristeza, y trato de que esa felicidad que no tengo, que no siento o percibo, la sientan otras personas a mi entorno, porque, no lo sé, siento que soy injusto, o que la vida o Dios o no sé me concedieron ese don de hacer feliz a las personas pero también me concedieron la maldición de yo ser infeliz.
Ahora lidio con una enfermedad que sé que me conllevará a la muerte, con no poder disfrutar mi vida, de mi juventud, como siempre quise, entre amigos, tomando algo, haciendo todo lo que una persona de mi edad hace. El no poder tomarme unos tragos con mis amigos por miedo a que mi carga viral suba y tenga síntomas de esta enfermedad. El temer que empiece a trabajar o me llamen para hacerlo y no poder trabajar o no querer ir a la entrevista por miedo a que me rechacen cuando me realicen las pruebas de infecciones de transmisión sexual (ITS).
Suelo preguntarme también muchas veces, más que nada durante la noche, si existe vida después de la muerte, si existe verdaderamente la reencarnación. De ser así, quisiera ser otro, pero con la misma experiencia que tengo. Quisiera no ser la misma persona, a veces siento envidia de los demás cuando veo que están felices y yo soy casi totalmente infeliz. Aunque suene algo contradictorio, me quejo por dentro, trato de que nadie absolutamente nadie sepa lo que verdaderamente siento. Soy feliz pero no lo que quisiera.
Me arruiné la juventud, me arruiné todo mi futuro. Cosas que quise ser, como chef, doctor, enfermero. Ustedes saben, muchas cosas que a esta edad uno quiere hacer. Tal vez ustedes si lo podrán hacer y me da un aire de alegría eso, pero lastimosamente yo no, debido a esta maldita enfermedad. No culpo a nadie por lo que tengo, porque fueron cosas que pude haber evitado, usando un simple condón, pero bueno, ya lo hecho, hecho está y no existe absolutamente nada ni nadie que pueda cambiar esto.
Solo he querido desahogarme, calmar las angustias. Todas las noches que llevo llorando en silencio, todas esas noches en que he querido hacer algo para acabar conmigo mismo, para calmar y drenar todo absolutamente todo lo que verdaderamente siento.
Ahora, después de todo lo malo, veamos el lado positivo de mi vida. ¿Tengo una persona a mi lado? Sí, la tengo, es el único que me da ánimos para seguir adelante, es el único que, a pesar de las peleas y discusiones, siempre está allí, al ladito mío, dándome aliento para seguir adelante con esta dura vida que lamentablemente me tocó vivir.
Mi familia (no toda) son las mejores personas que pueden existir en mi vida. Mi madre, mi abuela, mis tíos/as y primos/as también son personas que traen felicidad momentánea a mi vida. Me siento enorgullecido por la madre y la abuela que me tocaron y esas no las cambio por nada del mundo, las amo inmensamente.
Amigos. Como todos, tengo buenos y malos amigos, amigos que, aunque me dieron la espalda, me traicionaron, abusaron de mi confianza, los tengo y los siento como amigos. ¿Y saben por qué? Porque ellos en algún momento necesitaron de mí y yo siempre estuve para ellos, aunque ellos para mí no, pero no les guardo rencor, porque es que, no sé si es un mecanismo de autodefensa que tengo, que no siento rencor por nadie. Aunque diga que los odio, que los quiero matar, cuando les veo la cara siempre recuerdo los buenos momentos que pasé con ellos y lo bien que me hicieron sentir en su momento, tal vez por eso sea que no siento rencor hacia nadie.
Agradezco también a las personas que llegaron a mi vida para tratar de hacerme feliz. Yo siempre se lo agradezco haciéndoles creer que me hacen feliz. ¿Suena hipócrita no? Es mi forma de agradecer para no hacer sentir mal a nadie.