La última fue de esas relaciones tóxicas. Enamorarte de una persona y vas descubriendo que no tiene nada que ver con su carta de presentación o con quién te había dicho que era. En el poco tiempo de mi vida que he estado soltero e incluso en pareja siempre tuve pánico al VIH.
Cada vez que quedaba con alguien, ya hubiese hecho algo oral o con penetración (siempre con preservativo) al día siguiente ya pensaba que estaba infectado, que tenía una microllaga y que por ahí había penetrado, me obsesionaba y me hacía las pruebas.
En la última relación después de poco tiempo nos hicimos la prueba y todo salió bien, así que empezamos a no usar preservativo. Luego la relación dejó de funcionar y al mes y medio de dejarlo conocí a mi actual chico (a través de Instagram). Lo típico, le das like a sus fotos, él a las tuyas, te envía un privado, nos damos teléfono… y un día concretamos una cita.
Desde que nos conocimos en persona estuvimos viéndonos a diario durante mes y medio. En ese momento decidimos hacernos las pruebas, ya que veíamos que la cosa iba bastante bien. Yo tenía mis miedos porque al otro “innombrable” como yo le digo lo había pillado en varias mentiras de supuestos viajes a la península que luego eran mentira, me mentía en los destinos…
Al caso, llegó el día de hacernos la prueba y fuimos un viernes por la tarde a las 5. Supuestamente a las 7 ya tendrían los resultados, que nos enviarían por un correo protegido por contraseña. Sin embargo, el correo no llegó.
Al día siguiente yo trabajaba de mañana y pasé una noche horrible, pero tenía la esperanza de que el resultado fuera negativo. Había conocido a alguien a quien de verdad le importaba, alguien que desde que se levanta hasta que se acuesta no hace sino hacerme reír a carcajadas, que piensa en mí antes que en él, que me demuestra día a día que me quiere y tenía la esperanza ya que todo era perfecto y que saldría negativo para que todo siguiera yendo sobre ruedas.
Recibí el correo a las 10:30 mientras estaba en el descanso del trabajo. Nervioso, lo abrí, puse la contraseña para poder abrir el archivo y se descarga y mi puñetero móvil no reconocía el formato. Llamé a mi chico apresurado y le reenvié el correo para que él lo abriera y me dijera el resultado. Lo abrió y se produjo un silencio, un silencio que duró apenas unos segundos, pero que para mí fueron eternos, entonces lo escuché decir: “Nene, lo siento…”.
10 de enero de 2015, 10:36 de la mañana: “Nene, esto no va a cambiar nada entre nosotros, te quiero y voy a estar aquí contigo”. Nunca lo olvidaré, ese momento en el que todo se cae sobre ti, tus proyectos, tu familia, tus amigos, tu vida entera se desploma por una simple palabra (POSITIVO).
Fue tal mi reacción de derrumbamiento que vino corriendo al trabajo, donde yo estaba escondido en el baño. Me levantó me abrazó, lloramos, lloramos y lloramos…
Al día siguiente mi actitud de rechazo al VIH, el miedo, las paranoias, la muerte, el estar enfermo durante años desaparecieron. Él dio negativo y yo quería vivir, así que desde entonces mi vida ha cambiado: hago deporte, como sano, empecé tratamiento y al mes salí indetectable.
La relación va increíblemente bien, nos amamos, lo hablamos tranquilamente día a día como algo normal, vemos películas y documentales relacionados con el VIH y –como soy indetectable=intrasmisible– practicamos sexo sin preservativo.
Lógicamente tengo miedo a que algo falle, pero no es así. Hoy me envió una foto por WhatsApp con los resultados de la tercera prueba que se hace en lo que llevamos juntos donde pone: “NEGATIVO, Nene, para que estés tranquilo, te quiero mucho, pasa buen día”.
Así es, ser seropositivo me ha cambiado la vida, pero no me la ha destrozado. Soy otra persona totalmente diferente, valoro otras cosas, lucho por vivir, me quiero más a mí mismo, mi autoestima ha crecido y me siento feliz, soy feliz.