Pensé muchas veces en suicidarme. Estaba triste, pero sobre todo enojada conmigo misma por haber confiado y no haberme cuidado. Le conté al chico el resultado y me dijo que era positivo al VIH y que no pasaba nada, que de todas maneras íbamos a morir. Comencé mi tratamiento muy rápido, mi carga viral era baja y mis CD4 altos. Tras 15 días de tomar los antirretrovirales, tuve ciertos malestares como fiebre, diarrea, sarpullidos y vómitos y pensé que eran los efectos secundarios de la medicación. Me aguanté y no dije nada.
Un día los vómitos se intensificaron y pasé a vomitar todo el día. Fui a urgencias de un hospital y me hicieron análisis clínicos. Los análisis revelaron que tenía problemas en el riñón. Decidieron internarme ya que mi riñón dejó de funcionar y además tuve otros problemas (uno de los fármacos me causó insuficiencia renal).
Estando en el hospital, tuve que decir que era positiva al VIH. Mi especialista me sugirió que tenía que decírselo a mi familia. Eso fue muy muy difícil. Al final se lo conté a mi mamá, mi papá y mis hermanos. No quería contarlo y al final se enteraron muchas personas. Me sentí bien de no ser juzgada.
No había sentido enojo hacia el chico que me transmitió el virus, pero al estar tan cerca de morir sí que lo sentí, porque él sabía su condición y no tomaba tratamiento ni se protegía.
Yo quería morir en el hospital, pero mucha gente me daba ánimos y mostraba su amor. Así que luché por mi vida y ahora quiero cumplir mis sueños y disfruto cada día como si fuera el último.
Cambiaron mi tratamiento y ahora estoy muy bien de salud. Es difícil tener esto, pero no podemos hacer nada para cambiar el pasado. No hay que culparnos y hemos de seguir adelante. ¡Un abrazo a todos!