Para mí, era un análisis más, rutinario, en el que me volverían a decir: "Todo perfecto, sigue así", pero no… Me derrumbé, todo me daba vueltas, quería morirme allí mismo y dije que era un error. Yo siempre he utilizado preservativo en las relaciones, no podía entender ni cómo ni cuándo ni con quién.
Las palabras de aliento y optimismo de la doctora no me valían de nada, yo la odiaba por lo que me estaba diciendo y simplemente quería salir de allí para tirarme desde una azotea y acabar de una vez, porque mi perfecta vida feliz, despreocupada y llena de salud y buenos momentos se acababa de ir al traste. Los días siguientes los pasé tomando tranquilizantes y pastillas, no podía dormir. Me imaginaba a mí mismo agonizando en un hospital, devorado por el virus y pasando penurias. Al poco, no pude más y decidí contárselo a mis padres. Fue un gran acierto, puesto que me apoyaron incondicionalmente desde el principio y, gracias a ellos, empecé a remontar.
La ayuda del psicólogo y el médico también me sirvieron para empezar a salir del profundo bache, ya que aprendes a relativizar el problema y entiendes que hoy en día, gracias a los nuevos medicamentos, la terapia es muy llevadera y tu vida puede ser normal. Cierto es que ahora valoro mucho más cada minuto de mi vida, me he arrimado más a los míos y quiero hacer más feliz a la gente que me rodea. También es verdad que sigo pasando el luto por la salud perdida, no todavía, porque me encuentro perfectamente, sino por la que perderé cuando llegue el momento de medicarme. Esa incertidumbre de qué pasará cuando eso llegue me provoca tristeza y malestar, pero lo estoy venciendo día tras día.
Ante los demás sigo siendo la misma persona, nadie sabe nada ni nota nada, todo lo contrario: me dicen que estoy guapísimo y eso me alegra, pero sé el largo camino que me queda por recorrer, pues esto sólo acaba de comenzar, aunque albergo esperanzas en los nuevos medicamentos y terapias existentes y los que están por venir y que, seguro, nos facilitarán la vida a todas las personas que, como yo, estamos viviendo con esto.
Siento si mi historia tiene un cariz amargo, pero únicamente llevo tres meses desde el diagnóstico y aún estoy en proceso de aceptación. Esta carta me ha servido para desahogarme. Un afectuoso saludo para todos vosotros.